domingo, 24 de abril de 2016

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Tristezas de todos tamaños que acompañan nuestras vidas, entretejiendo la vida, ensombreciendo las luces que nos brinda la alegría.

Mis tristezas, parte esencial de mi vida, que me embargan, que me hieren, que a veces siento me ahogan.

Unas reaparecen cuando ya las creía cosa del pasado, otras sé que viven conmigo y afloran de vez en cuando,

Como si no fuera suficiente, sigo lidiando con tristezas, porque mientras ame y crea, mientras que mi corazón sea capaz de sentir, mientras mi memoria sea clara y mi alma receptora, tendré que ser cautiva temporal de mis tristezas.

Nada es para siempre y siempre existe un por qué se aloje en mí la tristeza.

Es apenas el pago justo de vivir sintiendo, de ser capaz de amar con toda el alma, de tener sensibilidad, de no pasar por el mundo sin apego alguno a nada ni a nadie, como autómata que sólo vive el momento y no busca arraigo ni identificarse con el entorno, sin profundizar en sus relaciones, sin valorar la riqueza que implica el estar vivo cada día.

Sentir tristeza es sinónimo de haber vivido profundamente un afecto, es compasión, es nostalgia, nadie puede huir de la tristeza, pero siempre se debe ser capaz de no dejarse avasallar por ella.

Siempre buscando recuperar la sonrisa, aferrándonos a todo lo que a nuestro alrededor es consuelo, que es alivio, que es origen de bienestar.

Convivo con mis tristezas, mas no permito sean tiranas que se apoderen de mi vida; pueden borrar mi sonrisa, pero no desaparecerla; pueden provocar mi llanto, pero no hacerme naufragar en él. Siempre hay un reencuentro con la alegría, siempre una liberación en el buen humor. Siempre un alivio y consuelo en el amor humano y en mi fe en Dios.

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