MATERNIDAD Y CONDUCTA SOCIAL
La nuestra ha sido una sociedad eminentemente matriarcal,
por más que en el escenario sean los
varones los que toman las decisiones.
Detrás de ellos siempre está la figura femenina que a través de sus
mejores recursos conduce al hijo o al esposo hacia donde ella considera que debe
hacerlo. Soy feminista, sí, pero lo
anterior no lo digo como tal, son los estudiosos en ciencias sociales los que
así lo consideran para nuestra sociedad.
Ahora bien, ha cambiado mucho el papel de la mujer dentro de la sociedad
en general; ha pasado de una posición aislada dentro del hogar a participar
activamente en el campo laboral y en la toma de decisiones políticas del
conjunto, lo que conlleva grandes cambios en ella, en la familia y en el grupo
social en general.
Hablando ya en específico sobre la madre del siglo 21 es una
mujer bastante más preparada que la de hace 50 años. Reconoce su derecho a capacitarse y lo
ejerce, aunque claro, lo ideal sería que lo hiciera aún más a fondo, que no se
conformara con terminar estudios medios o medios superiores, sino que se
propusiera como meta un nivel técnico superior o de licenciatura, que amplíen
para ella el abanico de posibilidades de disfrute, y que le garanticen poder
salir adelante por su cuenta, en caso necesario.
La madre de hoy, en su gran mayoría, está multiconectada con
el mundo; al menos posee un teléfono móvil que no sólo utiliza para llamadas
sino que participa en la comunicación a través de redes sociales, lo que a la
vez le divierte, la enriquece y satisface en buena medida su sentido de
pertenencia. Se siente parte del grupo
social con el cual comparte gustos, aficiones y metas. Tal vez sea el bordado, la cocina, la acción
social o el rescate animal aquello que la relacione con otros seres humanos
para sentirse parte de algo superior a ella misma y sus tareas domésticas.
Una gran proporción de mujeres nacidas entre los años
cincuentas a los noventas del siglo pasado pasan a formar un grupo de madres de
jóvenes a maduras, activas, propositivas, que no se conforman con cumplir un
rol de esposas y madres, sino que se
esfuerzan por descollar por cuenta propia, no sólo a la sombra del marido, y
que además desean para sus hijos y
nietos lo mejor, sin detenerse a hacer diferenciaciones de género, lo que algún
día nos llevará a una verdadera equidad de género, cuando las oportunidades
académicas, laborales y políticas sean equivalentes para hombres como para
mujeres.
Quizá los grandes cinocéfalos de la vida moderna, que
amenazan la vida y la integridad, en este caso de las mujeres, sean los
sentimientos de culpa. Por ellos una
madre puede caer en manejar a sus hijos con poca o nula autoridad, sin
establecer el marco de referencia tan necesario para el chico, de manera que el hijo no identifica ni acata las reglas sociales, por
la sencilla razón de que no las conoce.
La madre en esta situación suele ser joven, tal vez madre soltera, y más todavía de hijo único, que trabaja muchas horas, y
llega a casa cansada pero sobre todo sintiéndose culpable por haber estado
alejada de su hijo durante tanto tiempo.
Muy en su interior no se siente con autoridad moral para exigir al
pequeño y se vuelve permisiva, hasta cómplice de las travesuras o los caprichos
del chiquillo, dejando así de ejercer la necesaria potestad sobre él.
En este escenario no nos extrañe pues ver al niño de tres o
cuatro años contestarle a la madre, golpearla, o inclusive proferir expresiones
como: “¡Ya quiero que te mueras!” Dado
que es un niño que crece con cero tolerancia a la frustración, el mínimo
contratiempo provocará en él una explosión
aparatosa con su cohorte de cosas desagradables. Y esta madre cargada de culpa todavía así
verá de justificar dicho comportamiento: “Es que está cansado”, “Es que está
pequeño”, “Es que ya se quiere ir”… En lo particular como pediatra hallo en
esto un signo de alarma grave, indicando algo que debe atenderse de manera
urgente. De no modificarlo nos exponemos
como sociedad a estar criando jóvenes impulsivos, irreflexivos y violentos, capaces
de cualquier cosa para cambiar una situación que les irrita. Y no es de extrañar, pues simplemente han
crecido sin un marco referencial que establezca la diferencia entre el bien y
el mal. Las cosas las maneja según sean
o no agradables, y nada más.
Doble reto tiene entonces la madre joven de estos tiempos:
Proveer a sus hijos de lo necesario, ya sea sola o compartiendo con su pareja,
y a la vez establecer dentro de casa un modelo social que el chico replique más
delante por cuenta propia. Orden y
disciplina constituyen el más grande
patrimonio que ella puede procurarles para toda su vida.
¡Feliz Día de la Madre 2016!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario