domingo, 8 de mayo de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

MATERNIDAD Y CONDUCTA SOCIAL
La nuestra ha sido una sociedad eminentemente matriarcal, por más que  en el escenario sean los varones los que toman las decisiones.  Detrás de ellos siempre está la figura femenina que a través de sus mejores recursos conduce al hijo o al esposo  hacia donde ella considera que debe hacerlo.  Soy feminista, sí, pero lo anterior no lo digo como tal, son los estudiosos en ciencias sociales los que así lo consideran para nuestra sociedad.  Ahora bien, ha cambiado mucho el papel de la mujer dentro de la sociedad en general; ha pasado de una posición aislada dentro del hogar a participar activamente en el campo laboral y en la toma de decisiones políticas del conjunto, lo que conlleva grandes cambios en ella, en la familia y en el grupo social en general.
Hablando ya en específico sobre la madre del siglo 21 es una mujer bastante más preparada que la de hace 50 años.  Reconoce su derecho a capacitarse y lo ejerce, aunque claro, lo ideal sería que lo hiciera aún más a fondo, que no se conformara con terminar estudios medios o medios superiores, sino que se propusiera como meta un nivel técnico superior o de licenciatura, que amplíen para ella el abanico de posibilidades de disfrute, y que le garanticen poder salir adelante por su cuenta, en caso necesario.
La madre de hoy, en su gran mayoría, está multiconectada con el mundo; al menos posee un teléfono móvil que no sólo utiliza para llamadas sino que participa en la comunicación a través de redes sociales, lo que a la vez le divierte, la enriquece y satisface en buena medida su sentido de pertenencia.  Se siente parte del grupo social con el cual comparte gustos, aficiones y metas.  Tal vez sea el bordado, la cocina, la acción social o el rescate animal aquello que la relacione con otros seres humanos para sentirse parte de algo superior a ella misma y sus tareas domésticas.
Una gran proporción de mujeres nacidas entre los años cincuentas a los noventas del siglo pasado pasan a formar un grupo de madres de jóvenes a maduras, activas, propositivas, que no se conforman con cumplir un rol de esposas y madres,  sino que se esfuerzan por descollar por cuenta propia, no sólo a la sombra del marido, y que además  desean para sus hijos y nietos lo mejor, sin detenerse a hacer diferenciaciones de género, lo que algún día nos llevará a una verdadera equidad de género, cuando las oportunidades académicas, laborales y políticas sean equivalentes para hombres como para mujeres.
Quizá los grandes cinocéfalos de la vida moderna, que amenazan la vida y la integridad, en este caso de las mujeres, sean los sentimientos de culpa.  Por ellos una madre puede caer en manejar a sus hijos con poca o nula autoridad, sin establecer el marco de referencia tan necesario para el chico, de  manera que el hijo no  identifica ni acata las reglas sociales, por la sencilla razón de que no las conoce.  La madre en esta situación suele ser joven,  tal vez madre soltera, y más todavía  de hijo único, que trabaja muchas horas, y llega a casa cansada pero sobre todo sintiéndose culpable por haber estado alejada de su hijo durante tanto tiempo.  Muy en su interior no se siente con autoridad moral para exigir al pequeño y se vuelve permisiva, hasta cómplice de las travesuras o los caprichos del chiquillo, dejando así de ejercer la necesaria potestad sobre él.
En este escenario no nos extrañe pues ver al niño de tres o cuatro años contestarle a la madre, golpearla, o inclusive proferir expresiones como: “¡Ya quiero que te mueras!”  Dado que es un niño que crece con cero tolerancia a la frustración, el mínimo contratiempo provocará en él una explosión  aparatosa con su cohorte de cosas desagradables.  Y esta madre cargada de culpa todavía así verá de justificar dicho comportamiento: “Es que está cansado”, “Es que está pequeño”, “Es que ya se quiere ir”… En lo particular como pediatra hallo en esto un signo de alarma grave, indicando algo que debe atenderse de manera urgente.  De no modificarlo nos exponemos como sociedad a estar criando jóvenes impulsivos, irreflexivos y violentos, capaces de cualquier cosa para cambiar una situación que les irrita.  Y no es de extrañar, pues simplemente han crecido sin un marco referencial que establezca la diferencia entre el bien y el mal.  Las cosas las maneja según sean o no  agradables, y nada más.
Doble reto tiene entonces la madre joven de estos tiempos: Proveer a sus hijos de lo necesario, ya sea sola o compartiendo con su pareja, y a la vez establecer dentro de casa un modelo social que el chico replique más delante por cuenta propia.  Orden y disciplina  constituyen el más grande patrimonio que ella puede procurarles para toda su vida.

   ¡Feliz Día de la  Madre 2016!

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