domingo, 27 de agosto de 2017

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Cuando pienso en como se nos condiciona a portarnos bien desde pequeños, encuentro con mucha frecuencia que se nos habla de castigos infligidos por terceros, muchos le corresponden a Dios, ese Dios que nos somete a pruebas por demás dolorosas para darnos fortaleza y espiritualidad.

Se nos asusta con la policía, con el "coco", con el viejo del costal. Siempre advertidos de que nuestra mala conducta nos hará víctimas de un castigo o consecuencia.

Crecemos entonces aprendiendo a comportarnos, a respetar nuestro entorno y a los demás por miedo a sufrir lamentables consecuencias.

No aprendemos a que al cumplir las reglas, al ser respetuoso, honesto, vivir con valores y ética serán la mejor fórmula para tener una conciencia tranquila, para sentirnos plenos y felices de cada quehacer que realicemos en el día a día.

Hacer las cosas bien, por el placer que implica el sentirnos libres de culpa, siendo premiados por ese bienestar que da la paz interior, de que mi mejor guía viene de dentro de mi y que no necesito de amenazas, ni de ser condenado a irme al infierno, que puedo aún en un mundo tan extraviado y descompuesto como en el que me está tocando vivir, seguir pensando y actuando en lo que tengo bien claro es vivir con honradez. Respetar, amar, servir, con la fe en que nuestra mayor recompensa no requiere de morir o de la espera de una vida eterna, que es un placer terrenal que tenemos la oportunidad de disfrutar.

No hacer lo que se debe por temor, sino a cambio de la paz, de la plenitud espiritual que se consigue a través de practicar el bien.

No espero la eternidad, ni un cielo para sentirme gratificada por mis acciones,encuentro en la realización de las mismas, la presencia de Dios todos los días.






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