domingo, 29 de octubre de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

YESSICA
Lo primero que llama la atención son sus grandes ojos color café, que siguen con viveza todo lo que sucede en derredor.  Se inscribió a un taller de escritura creativa en el cual fue la más pequeña de los nueve  participantes, con sus 13 años.
     Durante el primer ejercicio a todos nos sorprendió su sintaxis,  claro reflejo de su gusto por la lectura.  Lee en voz alta a la misma velocidad con que trabaja su mente, lo que nos obligó  a estar muy atentos,  para no perder detalle de sus textos. 
     A lo largo de los tres días que duró el taller  esta jovencita no dejó de asombrarnos.  Afirma que le gusta leer, lo hace de manera continua, y   con sus amigos ha integrado un círculo literario en el que leen, escriben e intercambian opiniones de sus respectivos textos. 
     Veo en Yessica un futuro  literario muy prometedor. Tiene un gran  talento nato, pero sobre todo posee un  espíritu de  constancia y disciplina.  Durante el taller mostró gran entusiasmo ante cualquier actividad que se  nos encomendó  desarrollar, una tarde se convirtió en extraterrestre, otra más participó en una historia terrorífica de temporada, y al final fue el único humano en un mundo en el que  todos se habían transformado  en perros.
     Justo ese es el encanto de la literatura, nos concede  permiso de abrir la puerta de la imaginación para viajar, descubrir, crear y recrear.  Yessica ha captado de la mejor manera la esencia de la pasión por la lectura,  sabe  disfrutarla.
     Ojalá que más chicos como ella, con ese ánimo contagien a otros, para procurar la lectura por placer.   Habitualmente se asume este hábito como una obligación tediosa en la que se participa por deber, y a partir del momento cuando ya no existe una exigencia externa, la lectura se abandona.
     Nuestros jóvenes la tienen difícil: Les estamos heredando un mundo complicado, altamente mediático, saturado de antivalores, donde prevalecen las verdades a medias; una sociedad encaminada a que el ciudadano se abstenga de pensar, de cuestionar, de proponer cambios.  Jóvenes como Yessica amenazan con desestabilizar al sistema, en  ellos está el germen del cambio, uno que favorezca a la sociedad  y que –en consecuencia—vaya a lesionar  los intereses de los actuales poderosos. Estos últimos actúan mediante  la utilización de opiniones a modo, programas idiotizantes, contenidos eróticos, y la apuesta por la imagen al margen de los contenidos, estrategias que buscan  mantener las cosas como ahora están.   Solo quien es capaz de alejarse para ver a la distancia,  puede dar una lectura distinta a las cosas, proponer  otros caminos para generar el cambio que México necesita.
     Esta joven es un excelente ejemplo de lo anterior.  Detrás de ella está su familia, seguramente sus maestros, pero sobre todo su capacidad de trazarse  un derrotero propio de forma valiente y auténtica, y jalar con ella a sus pares.  Es bajo esta premisa como podrán prepararse adultos con clara conciencia acerca de  qué cambios se necesitan, y cómo conseguirlos.
     A mis años, interactuar con gente joven es como  recibir  una vitamina de largo alcance.  El entusiasmo que ellos manifiestan me lleva a  la confianza de  que nuestro país habrá de seguir adelante y mejorará.  La tarea de nosotros los adultos mayores consiste en animar a niños y  jóvenes a perseverar en ese entusiasmo, a reforzarlo, pero sobre todo a  que entiendan  cómo hemos llegado a donde estamos; de quedarnos aquí qué riesgos corremos, y cuáles serían las maneras para evitar empantanarnos.  Con jóvenes como Yessica me siento tranquila; al apropiarse ella de la palabra escrita --como lectora y como escritora--, está generando un canal de comunicación que habrá de crecer y multiplicarse, para favorecer el desarrollo del juicio crítico.
     Meter la cabeza en una caja desbordante de contenidos ociosos, es una forma de morir en vida.  Por más años que vivamos siempre habrá algo nuevo que conocer, una habilidad por aprender, una belleza por descubrir. La caducidad no la dan los años acumulados sino  los sueños agotados.
     Yessica no tiene celular, así que para enviarle un mensaje lo hago a través de su mamá, y de este modo  aprovechamos para hablar sobre los hijos y la educación.  Percibo en ella una madre que sabe estar siempre ahí, al lado de los hijos, atendiendo sus necesidades, vigilando sus actividades,  y anticipándose a lo que pueda venir más delante. Una madre cumplida y exigente que espera resultados, y por consecuencia unos hijos que responden al cuidado y la atención materna.

     Los grandes problemas que vive nuestro país comienzan en el hogar. En principio no son asuntos de seguridad pública sino cuestiones de educación.  Bajo el amor inteligente y  proactivo de los padres florecen futuros adultos como Yessica, para bien de nuestro amado México.

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