domingo, 11 de febrero de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


En este mundo son más los buenos que los malos.Y no es que ande por el mundo gente que sea totalmente buena, no, nadie lo es, o lo es tan solo una pequeña minoría. La gente que nos rodea tiene versiones distintas en su forma de ser, tiene instintos y reacciones que varían según las circunstancias, o la forma en que sean tratados. Uno no es la misma persona ante quien le brinda confianza, ternura, cariño, buen trato, que ante quien lo recibe con áspero trato. 
     Cuando se tiene la sensación de que la vida nos ha rodeado de gente negativa, miserable, envidiosa, hay que detenerse a pensar  si no hemos sido generadores de estas acciones hacia nosotros, por nuestra incapacidad de percibir o de provocar en ellos esa respuesta afectiva, cálida, empática. 
     Saber reconocer en la gente los matices de la bondad, permitir que florezcan y con ello florecer uno mismo, contagiar el afecto, requiere dejar de vivir de manera egoísta,  solo esperando que nos den. Además de saber dar sin restricciones, no hay que perder de vista que en ocasiones no se habrá de valorar nuestra entrega. Todo lo anterior sin perder por ello la intención de seguir creyendo en la gente.
     Perder la fe en la humanidad, es perder el rumbo. Quien puede decirse afortunado porque la vida le ha dado la oportunidad de conocer gente maravillosa, ha sido capaz de ver, de oír, de sentir a los demás no tan solo a través de sus sentidos, sino con el alma misma. Descubrir la bondad, la mejor versión de nuestros semejantes, requiere de habernos reconocido como receptores de nobles sentimientos, y no depósito de basura que solo nos contamina y nos convierte en seres que a su paso dejan hedor de  hastío, de resentimiento, de amargura.
     Creer en la gente buena, requiere de saberla descubrir y de propiciar el terreno para que lo sea, ofreciéndoles la confianza de que no serán defraudados, por lo menos, no deliberadamente. 
     Amor genera amor, de eso convencida estoy.

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