domingo, 1 de julio de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


No hay nada que mejore más las relaciones humanas, que el respeto y la tolerancia.

En muchas ocasiones decidimos ser agentes de cambio, pretendemos lograr modificar en las personas de aquello que consideramos errores, o que simplemente no van acorde con nuestra forma de ver las cosas.
Convertirnos en moderadores de conductas, en reguladores de hábitos o costumbres, nos coloca en una posición difícil de soportar. Además nos exige ser ejemplares dignos de emular y sujetos a la crítica ante la menor falla. 

Decidir la vida de los demás o su comportamiento es pecar de vanidad, y muchas veces refleja carencia de autocrítica que primero construya hacia dentro de nosotros, de lo cual sí somos totalmente responsables. De la conducta de los demás --excepto en el caso de nuestros hijos y solo por el tiempo que no lo sean por si mismos--, no tenemos injerencia alguna.

Dejar ser, aceptar el que sean, marcar los límites con aquellos que lastimen o irrumpan en nuestra paz. Apoyar sin convertirse en juez implacable que sentencia y castiga. Iluminar y no obscurecer el camino de quienes nos rodean. Favorecer el crecimiento de otros a través del propio.  Contagiar entusiasmo por la vida. Defender nuestra autonomía y la de los demás.

Respeto, tolerancia, humildad, y sobre todo amor al prójimo, son las herramientas que logran el cambio, que establecen relaciones armoniosas, y sintonizan almas y conciencias, haciendo que los individuos por diferentes que seamos, podamos coincidir y convivir. Todo ello a sabiendas que en esta interacción hay dos opciones:  En ocasiones, de manera inevitable, sin proponérnoslo, podemos ser un oasis, o por el contrario un desierto sentimental.  No todo, desgraciadamente radica en la buena voluntad.

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