Hay que encontrar en la vida aquello que te mueva, que te lleve en la dirección correcta. No es tan solo movimiento, es tener con él una intención, un fin, una meta. Encontrar a ese algo o ese alguien que te mueve, que encuentra tu botón de encendido y acertadamente te lleva, que te acelera el paso, los latidos del corazón, te renueva.
Puede encontrarse dentro de ti, ese llamado que no lograbas escuchar por el bullicio de tu enredado sentir, puede estar en un oficio, en una persona, en un afecto. Puede que al reencontrarte con esa fe que habías perdido, los afectos adquieran la potencialidad de hacerte sentir, sin que antes lo hubiesen logrado.
Algo que te mueva, que te impida estar muerto en vida, o apagado cuando aún tu cerebro y tu corazón tienen toda la facultad de imaginar, de pensar, de sentir, de mantenerte en este continuo andar que es la vida. Y andar con el alma, cuando el cuerpo se niegue a seguirnos, que no le falta al ser humano la forma de mantenerse siendo energía, mientras la voluntad a pesar de que nos abandone un día, sea recobrada.
Que la vida siempre ofrece un por qué, un dónde y un cuándo, para quien busca en ella una respuesta, y le mueve la fe para encontrarla.
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