domingo, 11 de noviembre de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Saber consolar es un don, una cualidad. Tener la palabra que atenúe el dolor, la actitud que provoque bienestar, sin hacer sentir lástima. Compadecerse del dolor ajeno, sin menospreciar la magnitud de éste, la aflicción no tiene forma de medirse, no hay algímetro que nos señale que tanto le está doliendo, y a veces lo que para nosotros es insignificante, para otros es motivo suficiente para sufrir.
     Quizá nosotros hemos pasado por situaciones mucho más difíciles y hemos sabido sortearlas con más valor, ¡bien por nosotros! eso no nos debe convertir en jueces que terminan ridiculizando al otro por considerar que exagera su pena.
     Saber mitigar el dolor, sea cual sea la causa, la dimensión de éste, tener la empatía necesaria para entenderlo y para lograr que la otra persona sienta haber sido comprendida. Porque a veces es lo único que necesitamos, saber que alguien entiende nuestra situación, que le importa. Dar consuelo a otro no significa que seas parte de su dolor, sino alivio para éste, es solidaridad, no intentar complicidad, ni sumergirnos en la aflicción para ahogarnos con el otro en la tristeza; ser ese tronco del cual puede asirse para llegar a aguas tranquilas.
     Dichoso el que entiende el dolor ajeno y sabe brindar consuelo, porque tiene para si mismo la recompensa instantánea de saberse útil, habrá hallado en su acto la presencia de Dios, habrá reconocido una de las máximas expresiones del humanismo y no tendrá que buscar indulgencias que le hagan llegar al cielo cuando muera; habrá encontrado en este espacio terrenal, un trozo de gloria.

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