domingo, 11 de noviembre de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

NO SOLO PARA LA FOTO
 Hoy en particular viene a mi mente aquel  fragmento de Facundo Cabral que reza "No estás deprimido, estás distraído". Lo parafraseo para ejemplificar de qué manera vivimos de sensación en sensación, sin mucha oportunidad para  una reflexión personal que abarque ese conjunto de estados de ánimo como una materia prima con la cual ir recreando nuestra estructura personal,  nuestra propia historia.
     Por todos es sabido el terrible incidente ocurrido en la Cámara de Senadores, al momento cuando una legisladora a media sesión se entera de la muerte  violenta de su hija.  Las reacciones de sus compañeros de bancada estuvieron muy a la altura de la gravedad que el caso implicaba, incluso se suspendió la sesión.  Lo que hallo fuera de toda consideración, es que de inmediato al menos una docena de personajes ahí presentes hayan echado mano de sus teléfonos celulares y para comenzar a grabar aquel cuadro desgarrador que da cuenta del dolor de una madre.
     Dichas escenas las visualicé una sola vez, pero eso fue suficiente para ponerme a tratar de devanar las actitudes de quienes grababan de forma continua. Dar con la motivación que llevó a dichos legisladores a seguir el terrible incidente a través de las pantallas de sus teléfonos, como una transmisión en tiempo real de tantas otras que se ven en los distintos medios de comunicación.
     Una cuestión es evidente, actuaron sin detenerse a reflexionar en el dolor de su compañera, o a pensar que en su lugar, cualquiera de ellos habría buscado cierta privacidad para expresar los sentimientos que en aquel momento  apabullarían al más bragado.   No tanto  insensibilidad es esta intrusión, sino un acto irreflexivo, una ausencia de pensamiento crítico para entender que aquello no era ninguna tragedia montada con fines de entretenimiento.
     En gran medida esa necesidad de ir de emoción en emoción, de sobresalto en sobresalto, explica tantas otras cosas que suceden en nuestro mundo.  Acaba de iniciarse un nuevo reto en redes sociales, el de que un jovencito se oculte sin avisar a nadie donde se encuentra, para reaparecer 48 horas después como si nada.   La diversión es poner en jaque a la familia, a los amigos y a las autoridades civiles.  Es actuar, nuevamente con total irreflexión, partiendo solamente de  la emoción de hacerlo, muy al margen de la terrible zozobra que puede ocasionar a los suyos.  Tratando de poner en palabras su actuación, sería como decir que es una emoción que no pueden perderse de sentir alguna vez, de coleccionar como si fueran cornamentas de venado, en una total miopía mental con relación a la condición en que llegan a poner a su familia.   Aventurándonos un poco más  en nuestras apreciaciones,  algo que los expertos podrían confirmarnos, se atisba  una forma de chantaje,  cuyo mensaje implícito seria, "no quieres que vuelva a hacer lo mismo, pues no me des motivos." 
     Retomo al gran Facundo Cabral para recordar de cuantas cosas nos estamos perdiendo cuando vivimos de emoción en emoción, de sobresalto en sobresalto, considerando que lo que cuenta en nuestra vida es el destino y no el sendero.  De esta manera nos vamos perdiendo la belleza del paisaje y la riqueza de la compañía.   Cuando son los sentidos y nada más, nuestros motores de búsqueda en el dîa a dîa, estaremos dejando de lado experiencias maravillosas que no se viven a través de los ojos ni de la piel.  Hay sentimientos que florecen muy dentro, nos ponen en contacto y hasta nos hermanan con otros seres humanos, en la medida en que nos detengamos a asimilar la esencia profunda de las cosas.
      Ante aquello que sucede y no nos parece, hay mucho que hacer.  El primer paso para un cambio real está en la punta de nuestros pies y continúa en nuestro entorno inmediato.   El deporte de señalar con dedo de fuego lo  que nos parece mal, no conduce a cambios sustanciales, pues siempre adjudicaremos a los demâs la raíz del problema y por ende la solución.  Cuando comencemos a preguntarnos en qué medida yo soy  responsable de aquello que está ocurriendo, y qué puedo yo hacer para modificarlo, será cuando los cambios tangibles empiecen  a ocurrir.
     Sirva la escena en la Cámara de Senadores para darnos cuenta de que fácil es caer en la irreflexión, en no detenernos a pensar las cosas antes de actuar, y en no darnos cuenta que la más  pequeña acción que cada uno de nosotros emprende,  es como una minúscula pieza de un rompecabezas gigante, en nuestro caso, llamado México.
     Descanse en paz Valeria. Que su familia halle consuelo a ese dolor inabarcable.  Y que comencemos a vivir una vida menos distraída, para valorarla, entenderla y amarla con todo lo que somos, no solo para la foto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario