domingo, 10 de febrero de 2019

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Empiezo a creer que eso de que el amor mueve al mundo es un mito. Que la esencia humana es noble, que somos más los buenos que los malos, lo he oído decir y me lo he creído hasta ahora.
Sin embargo, pareciera que lo que domina en el ser humano es una fuerza que nos lleva a odiar, a maldecir, a insultar, a convertirnos en los jueces más implacables. Unos jueces capaces de convertir nuestro día a día, en un continuo afán de descalificar, de buscar la paja en el ojo ajeno, de no hacernos cargo de nuestros propios errores por vigilar los de otros.  Nos convertimos en seres tan mezquinos que deseamos el mal a aquél con el que no estamos de acuerdo, llegando a extremos de desearle la muerte.
     Pareciera que no hemos evolucionado y seguimos disfrutando de un circo romano. Que admiramos más a quienes se atreven a los más infames delitos, o a los poderosos que poseen fortunas. Nos impresionan mucho más los héroes beligerantes, que los pacifistas, o que los líderes espirituales a quienes muchas veces juzgamos débiles de carácter.
     Seguimos creyendo, aunque digamos lo contrario, que más vale mano dura que corazón blando. No alcanzamos a ver que la firmeza puede estar en la nobleza. 
     La congruencia en nuestros actos radica en  dejar la doble moral, que acomodamos a conveniencia. Desechar la  falta de autenticidad entre lo que decimos y lo que hacemos, la deficiente autocrítica y excesiva intolerancia, que nos convierten en caníbales que destruimos a nuestra misma especie. 
     Son tiempos difíciles y la violencia, el encono, el coraje, la maldad no deben sustituir al amor como fuente principal de energía que mueva al mundo en mejor dirección.

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