domingo, 17 de febrero de 2019

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza


Pasé frente a la iglesia de San Juan y una escena atrapó mi atención. Debe haber terminado una misa de cuerpo presente y en ese momento sacaban el ataúd del templo para subirlo a la carroza.  Por una razón que no alcanzo a adivinar, cuatro hombres cargaban la caja en vilo, en vez de utilizar la base con ruedas destinada a dicha función, misma que permanecía plegada a un costado.  Otro hecho que llamó mi atención fue la ausencia absoluta de arreglos florales, los que habitualmente dan el toque cálido y esperanzador en eventos de esta naturaleza.  Y algo más que me sorprendió, fue el tamaño del cortejo, cuatro o cinco personas que observaban cuidadosamente los esfuerzos de los hombres mientras cargaban el ataúd.

Aquella escena me pareció extraída de una película de Buñuel que hablara sobre la levedad de la muerte, para significar cómo --cuando partimos-- lo hacemos  próximos a la desnudez de nuestro nacimiento.  Y cómo a lo largo de la vida, vamos acumulando cosas materiales que finalmente no tienen mayor valor.

Tal vez haya sido mi imaginación, y en realidad nunca pasé por enfrente de la iglesia de San Juan, y aquel cuerpo cargado en vilo nunca existió, como tampoco el reducido cortejo que miraba azorado los esfuerzos de los cuatro hombres rumbo a la carroza, en un escenario desprovisto  de arreglos florales.  Tal vez haya sido mi imaginación para decirme que lo que cuenta es el hoy con su peso específico, el hoy con sus oportunidades únicas y  su tiempo irrepetible.  Que todo lo demás es tan leve, que cualquier viento lo vuela y lo deshace frente a nuestros mismos ojos.

Quizás  esto haya sido una invitación a aligerar los contrapesos, que me anclan a la tierra.

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