domingo, 24 de noviembre de 2019

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


La humanidad no ha cambiado tanto a través de siglos de existencia. Antes y después de Cristo, que finalmente no fue sino una línea divisoria del tiempo, porque a decir verdad no nos salvó de las masacres, no impidió las luchas encarnizadas por el poder, ni las muertes. No abatió el odio entre los pueblos, ni la ambición desmedida del hombre de poseer, desposeyendo a otros, ni la avaricia, ni la xenofobia. Las miserias humanas han prevalecido hasta la actualidad,aún en nombre de Dios.
     El sedentarismo, el comercio, facilitaron el desarrollo de los pueblos, pero con ellos surgieron o se hicieron más palpables las diferencias sociales.
     No se nos dio en forma natural la tendencia a compartir, a formar sociedades donde las mayorías fueran privilegiadas, aunque fuese con los recursos primarios para la subsistencia. No, por el contrario, desde entonces y hasta hoy, la tendencia es a apoderarse de las riquezas del mundo, establecer la hegemonía a costa de lo que sea, sin importar los medios,  creando guerras interminables y viendo en ellas --incluso--, un jugoso negocio.
     No ha cambiado mucho la humanidad, no la esencia de la misma. Seguimos siendo nuestros peores enemigos, seguimos marcando nuestras diferencias: Un color de piel, un mejor estatus económico, una religión, puede ser motivo para menospreciar, denostar y hasta humillar a nuestros semejantes.
     ¿Cuándo se terminarán las luchas por el poder? ¿Cuándo se dejará de usar el nombre de Dios tan solo para encubrir malsanas intenciones? ¿Cuándo habremos de respetar a los demás como a nosotros mismos?, ¿Cuándo dejaremos ese egoísmo y adquiriremos conciencia social y principios?... De manera que no solo nos importe nuestro bienestar sino el de las mayorías, sin que para ello nos fijemos fronteras raciales, religiosas ni geográficas.
     Pobres pueblos ricos en recursos naturales, serán presa de aquellos depredadores, caníbales que azotan a la humanidad sin piedad. Terminarán con ella y con planeta, ese pródigo mundo en el que nunca hemos podido encontrar al verdadero Dios.

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