domingo, 12 de abril de 2020

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Resulta tan difícil entender lo que nos está sucediendo. Vivir una pandemia de estas dimensiones y repercusiones solo habrá sido tema de película de ciencia ficción para mí. Nunca pensé que pudiera ir más allá de la imaginación de alguien.

Y aquí estamos viviéndola, sufriéndola, dejando respirar a la naturaleza mientras nos encerramos y nos quedamos víctimas del miedo, además de vulnerables ante un virus microscópico que nos hace ver mucho más pequeños que él. Nos damos cuenta de que hemos sido nosotros mismos los que propiciamos el medio ideal para que los daños se hayan magnificado.

Y es así como afloran en el mundo las especies que habíamos confinado al destierro, así como se aclaran los mares y el aire que nos hace ver nuestra madre tierra, lo que hemos permitido de manera indolente que sucediera.

Y que decir de nuestra sociedad, de nuestra calidad humana, de los valores que tanto predicamos y no ponemos en acción o lo hacemos solo muy de vez en cuando. Ahora que la salud es prioridad, vemos que la hemos convertido en un tesoro al que muy pocos tienen acceso, y la salud que debiera ser un derecho inalienable de la humanidad, se convirtió en privilegio, con una brecha enorme entre unos y otros para acceder a ella.

Da profunda pena comparar sueldos entre futbolistas y médicos. Irrisorio resulta saber que un jugador puede renunciar a tres millones de euros de su sueldo anual y aplaudirle el gesto humanitario, si lo inhumano es que nos resulte normal que esto suceda y que tenga más valor un gol que la labor de un médico que libra batallas contra la muerte. Resulta inconcebible también, que el número de muertes en esta pandemia, sea el indicador que lleva a que la bolsa de valores suba o baje en el mundo. ¿De qué valores hablamos? ¿Qué es lo que hemos permitido que rija nuestras vidas?

No quiero ser pesimista, pero se habla mucho de que nuestro regreso al mundo no será lo mismo, y espero de todo corazón que no lo sea, pero tampoco veo que esta sensibilidad a flor de piel que ahora compartimos nos lleve a reconvertirnos, a dejar de pensar solo en primera persona, a estructurar una sociedad más homogénea, a no ofendernos unos a otros y considerarnos los más listos y capaces.

Esto es un llamado a renacer,a que la lección deje aprendizaje profundo y a largo plazo y no tan solo cicatrices de un mal episodio en nuestras vidas.

 Esta obscuridad no es la tumba, es el vientre, algo está por nacer (autor desconocido)

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