domingo, 12 de abril de 2020

REFLEXIÓN robada a Claudio Montero (lo confieso)


Es la madrugada del 9 de Abril del 2020, salimos de una cirugía de urgencia, una perforación intestinal, una madrugada común en un servicio de cirugía, pero estos días son todo menos comunes. El mundo está abatido por la biología, estamos viviendo una pandemia, se respira un aire denso, plagado de virus e incertidumbre. Horas antes nos avisaron, tenemos paciente en urgencias, mi compañero y yo nos vemos, sentimos miedo de bajar, recién compramos cubrebocas de "los buenos". El me presta sus lentes, y envueltos en ese aire asfixiante de un buen cubrebocas, bajamos a valorar a nuestro paciente. Nos acompaña nuestro adscrito, un cirujano joven, simpático; llega a urgencias con una mascarilla tipo Chernobyl, de esas de las películas... Estos días son como una película. Valoramos a la paciente, nos acercamos a ella, la exploramos, nunca el contacto físico en medicina dio tanto miedo... Nos vemos a los ojos nuestro joven maestro y nosotros, sus dos residentes. Sabemos que tenemos que operar, en otro tiempo habríamos estado emocionados, operar es nuestra pasión, pero estos tiempos no son comunes. Tenemos miedo, no sabemos si nuestra paciente o su familia siguieron las indicaciones de cuarentena. Sabemos que operar es exponernos a un microorganismo letal y sin terapéutica demostrada.
          Llegamos a quirófano, de guardia están dos enfermeras, no pasan los 45 años, ambas con hijos. Los dejaron dormidos, pero se trajeron la preocupación de enfermar y dejarlos solos, o peor, enfermarlos. Están con nosotros los antestesiólogos, una doctora de edad mediana, Serena, y su residente, que es mi amigo. Ellos van a trabajar en la boca del lobo, son los más expuestos, son los que más arriesgan... Llega la paciente, la familiar nos dice "Dios con ustedes". Yo respondo: "Así sea". Un médico no puede prescindir de Dios en ésta ni en ninguna época. Anestesiología hace su ritual, pero ahora rodeados de máscaras de plástico transparente. Somos tres residentes y el maestro, asfixiados por estos cubrebocas "de los buenos". La cirugía resulta  más compleja de lo esperado, nos perdemos en hacer lo que amamos, por momentos olvidamos la época que vivimos, reímos. Con ayuda de Dios se logró la cirugía, una interna curiosa me toma una foto, y entonces me percato de algo, es la única de su especie en el hospital. A todos sus compañeros los mandaron a casa porque es muy peligroso para ellos, pero ella vino a la cirugía, a ayudar en lo que pueda.
       Al final toma esta selfie, para romper el miedo, y digo en voz alta: "Un día le contaremos a nuestros nietos que operábamos con un virus mortal suelto, seremos los abuelos que cuentan historias..."
Mi compañero residente se persigna, y me dice: 
          --Ojalá Doctor...Ojalá...-- Como quien eleva una plegaria.
          --Por su puesto que lo vamos a hacer...Y yo voy a decir que ustedes eran unos enfadosos. 
Todos reímos.... Seguimos trabajando.....
          Con este largo relato, quiero mostrar al mundo, que nosotros su personal de salud, estamos trabajando a pesar del miedo. Estamos arriesgando nuestra familia y nuestro futuro, por hacer frente a esta emergencia sanitaria.. No les pido aplausos, ni reconocimiento, les pido que nos ayuden Quedándose en Casa. Ustedes que no tienen que salir para ayudar, ustedes que pueden salvarnos en casa abrazando a sus hijos, madres, hermanas y novios....¡Háganlo!
          Háganlo en nombre de todos aquellos que salimos... AUNQUE ASUSTADOS, CON EL CORAZÓN DISPUESTO A AYUDAR.

Claudio R. Montero es un médico residente del ISSSTE en Culiacán, Sinaloa.

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