domingo, 19 de junio de 2022

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Como hija que soy de un padre que supo serlo y dejó en mi la imagen del amor, del respeto, de la convivencia, quien fomentó siempre la unión familiar y la solidaridad. Admiro a los hombres que logran dejar en sus hijos, no la imagen del padre perfecto, pero sÍ la de un padre que se esforzó por ser el mejor para sus hijos.

Difícil tarea la de la crianza, más difícil la de compartirla con la pareja , cuando cada uno de los padres recibieron distinta educación. Tienen a veces distintas creencias, y un concepto de como educar muy diferente. Se requiere, no competir, sino conciliar, tratar de coincidir, saber ceder y no siempre imponer, cooperar. Ya no son tiempos en que el hombre sale a trabajar y con ello ya no tiene responsabilidad alguna dentro del hogar o en la educación de los hijos. No es el que llega tan solo a reprender, cuando la madre después de todo un día de ardua faena con sus hijos, le informa de las malas conductas.
La paternidad es participar en todas las actividades que se requieren para el desarrollo físico, mental, social, emocional de un niño. Habrá necesidad de establecer ciertos roles, pero con la elasticidad suficiente para que ni mamá ni papá se sientan excluidos de poderlos realizar.

Creo que hay una nueva generación de padres que ya han entendido que portar una pañalera, dar biberones, llevar a los niños al parque o con el médico, o quedarse a cuidarlos mientras la madre trabaja, e incluso aceptar hacerlo para que ella disfrute de una salida a divertirse, no les resta hombría. Por el contrario,
es una renuncia a un machismo que solo los excusaba de ser verdaderos padres que asumen su responsabilidad, y no convertirse tan solo en proveedores materiales, sino sentimentales, imprimiendo en los hijos esa imagen paterna que no es la de un jefe de familia que tan solo demanda y dicta órdenes, sino que educa a través del ejemplo, exigiendo tan solo lo que él mismo ofrece a los demás miembros de la familia.

No hay ya espacio para padres dictadores, ególatras que solo tienen hijos para presumirlos por sus logros o para achacar sus fallas a la mala atención materna. Los hijos más que nunca requieren ser tratados con amor, con valores que se vean reflejados en la conducta de los padres, con total congruencia entre la palabra y la acción, sin dejar a los hijos a merced de la tecnología, para impedir que pierdan la sensibilidad del trato personal, humano, que nos deja en el alma por siempre los mejores recuerdos de nuestra infancia y adolescencia. Esos que nos acompañan toda la vida, haciéndonos sentir afortunados de haber tenido a un padre que entendió y vivió la paternidad guiada por el amor, porque siendo así, por imperfecta que fuera, habrá dejado huella que se refleje en nuestra adultez, haciendo de nosotros a la vez mujeres y hombres que forjemos un mejor destino para nuestros hijos.

Admiro a padres así. Vivo agradecida por haber tenido un padre maravilloso; de que mis hijos y ahora mis nietos también lo hayan tenido: Un gracias enorme por todo su amor y su ejemplo.

¡Que mejor festejo puede haber para un padre que llevar en la conciencia y en el alma la paz que da poder decir "misión cumplida"!

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