domingo, 19 de junio de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

RESPONSABILIDAD LEGISLATIVA

Estamos a poco más de una semana de celebrar el Día del Orgullo Gay, fecha en la que se conmemora la lucha por la inclusión de la diversidad sexual en el mundo.  En paralelo a dicha ocasión, la Suprema Corte de Justicia de la Nación acaba de emitir una modificación a la legislación hasta ahora vigente, de modo que los menores de edad puedan modificar por la vía administrativa su género, sin tener que recurrir a un juicio.  Busco detalles de esta modificación y no los encuentro todavía en foros públicos, pero hasta donde entiendo, los menores pueden solicitar este cambio aun sin la autorización de sus padres o tutores, como se aprobó hace varias semanas lo relativo a que las menores de edad, víctimas de violencia sexual, puedan someterse a un aborto voluntario sin el aval de sus representantes legales.

Dejando de lado aspectos de otra índole, como podrían ser de tipo moral, encuentro muy aventurado aprobar una legislación para menores trans.  Los fundamentos de mi inconformidad son eminentemente científicos, y van en este orden: El sexo de asignación es el que se otorga a un ser humano al momento de nacimiento, conforme a  su sexo biológico.  Entre los dos y tres años, el menor define cómo se siente frente a los elementos que distinguen a un niño de una niña.  Esto es, define su propio género.  Sin una intervención temprana, con el paso de los años ese género se irá marcando en él o ella, y llegada la adolescencia se develará de manera evidente su identidad sexual.  A lo largo de ese proceso irán definiéndose hábitos, preferencias y modas.  Tenemos al varoncito que se comporta como tal en todas las esferas, y a la niña que hace lo correspondiente a su sexo biológico. Hay niños que se comportan de manera no congruente con  su sexo biológico, y niñas que hacen lo equivalente.  Podrán preferir un corte de cabello u otro; un tipo de ropa determinada o un gusto por juguetes que tradicionalmente se asignan a uno u otro sexo.  El niño o la niña podrá experimentar oscilaciones o confusiones con relación a su identidad sexual, y no pasa nada si quiere vestirse de una forma u otra. Ahora recuerdo el caso de Shiloh Jolie-Pitt, que siendo muy niña se vestía como varón, y había decidido someterse a un programa de reasignación, algo que finalmente desechó, y ahora, de adolescente, ha retomado su rol femenino sin problema.  Afortunadamente no se había iniciado ningún manejo médico ni quirúrgico en su niñez.

Decidir por cuenta propia si se pone a la “tomboy” la niña, o se viste de princesa el niño, es una cosa. Someterse a procedimientos hormonales o quirúrgicos que modifiquen su cuerpo para siempre, es una situación muy compleja, con muchas aristas. No se puede dejar al arbitrio del menor decidirlo por cuenta propia.

Ahora me remito a las leyes norteamericanas con respecto a la compra de armas: En aquel país comprar cigarros o alcohol es ilegal antes de los 21 años.  Adquirir armas de grueso calibre en cualquier tienda puede hacerse a partir de los 18 años, y ahí tenemos los cruentos resultados.

El artículo 416 de nuestra Carta Magna  habla de la patria potestad partiendo del “bien superior del menor”, depositando ésta en uno o los dos padres, y en caso de ausencia, en los familiares de segundo orden, considerando que el menor no está en condiciones de hacerse responsable de tomar las mejores decisiones por sí mismo.  Ello tiene una base neurofisiológica: El lóbulo frontal es, de los lóbulos cerebrales, el último en madurar, en las postrimerías de la adolescencia.   Está encargado de tomar las decisiones ejecutivas.  Es entonces que, a los 8 o 9 años, el cerebro del menor no se ha desarrollado de manera óptima, como para tomar una decisión que impactará toda su vida.  Hallo irresponsable por parte de nuestros legisladores facilitar que menores de edad decidan si quieren someterse a procedimientos médicos o quirúrgicos de reasignación de sexo.  Me aventuro a suponer que la modificación legal no contó con el visto bueno de especialistas en neuropsicología y sexualidad.  Ellos les hubieran advertido que la tasa de ansiedad, depresión y suicidio en personas trans adultas, sometidas a procedimientos de reasignación de sexo, es muy elevada. Habrá que suponer entonces, que si el que decide esa transformación es un niño, con su lóbulo frontal inmaduro, las consecuencias van a ser aún más graves. Si, a la vuelta de uno o dos años el menor descubre que su atracción por distintivos del sexo opuesto fue pasajera, pero que se sometió a cambios irreversibles en su corporalidad, seguramente será motivo de conflicto vital.

Respecto al suicidio en adolescentes: El menor que acaba con su propia vida, no comprende a cabalidad que la muerte es para siempre. Como también lo es el cambio de sexo.


1 comentario:

  1. Carmelita, sin tener los conocimientos que tú tienes, solo mi sentido común opino lo mismo que tú.

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