JUNTAS VAMOS
No sé cómo acompañarte, hermana campechana, paliar tu dolor,
o sosegar tu enojo.
No encuentro la forma de hacer sentir mi apoyo ante la
injuria de la que has sido objeto.
Te mandan al Penal de Kobén, a enfrentar un motín de
salvajes, sin más armas que tus manos y el celo por cumplir.
¿Quién vuelca su impericia o su odio en ti, de esa manera?
Personajes torvos que han hecho del poder su fétida madriguera.
Se me quiebra el alma al escuchar tu voz, valiente al
denunciar, venida desde el centro del pecho: Sobajada; humillada; expuesta a
morir.
Gritos que chocan de frente con el muro de la grosera crueldad
de quienes se encumbran en el poder y olvidan
su origen.
Tú, la hija, la esposa o madre… revolcada entre las patas de
las bestias a la voz de “matar”. Matarte, la consigna. Humillarte, despedazarte el ser.
Ninguno el respaldo a tu persona de quien te lanzó a las
fauces de la hidra de las mil cabezas. Incompetente autoridad que, más allá del desamparo a tu persona, organiza desfiles
triunfalistas como estrella de rock, desde sus “martes del jaguar”.
Aquí te dejo mi poesía. Que te acompañe en la ruta; que enjugue
tu llanto, que haga eco a tus justos reclamos, uno a uno. De mujer a mujer: sororidad viva, que
apuntale tu lucha.
Una somos todas: Las voces, las voluntades, la lucha por la equidad
y la paz de nuestro pueblo. El dolor de una nos hermana a todas, de mar a mar,
de frontera a frontera.
México somos tú y yo, mujer campechana. Somos todas las que,
creyendo en ti, nos habremos de sumar a la lucha por nuestro suelo bendito, con todo,
frente al monstruo feroz de la indolencia.
Recuerda: No estás sola.
Mi poesía va contigo, desde hoy y para siempre, hermana. Así, una al
lado de la otra, juntas vamos.
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