domingo, 27 de octubre de 2013

DESCALZOS por Roberto Zamarripa


Hace cuatro décadas, las montañas de Oaxaca -y de otros estados del país- cambiaron parte de su paisaje. Súbitamente aparecieron por comunidad dos o tres aulas escolares y en el centro una cancha de basquetbol. Correspondía a la planeación de obra pública de la época.

Las canchas públicas, construidas, junto con los salones, con recursos del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE) eran centros de ceremonia cívica escolar, lugar de encuentro de la comunidad o sede de las competencias. Un sitio vital para la comunidad. Aquellas épocas, las canchas de basquetbol solían aparecer también junto a una bodega de la Conasupo donde se almacenaban las cosechas o las mínimas reservas alimenticias.
El basquetbol se practicaba de manera masiva. Y en las ciudades, la práctica estaba asociada a las grandes instituciones del Estado. El IMSS poseía los mejores equipos y ligas altamente competitivas; desde luego que las universidades públicas o hasta los sindicatos. La liga del sindicato de electricistas llegó a producir grandes jugadores. El gimnasio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas(SCOP) fue un gran semillero.
Lo que vino después fue el aluvión neoliberal que sepultó las intervenciones del Estado en cosas inútiles y también en asuntos fundamentales. Entre las cosas que se llevó estuvieron varias de esas instituciones que eran cobijo de un deporte asociado y popular. Acabó el presupuesto y las canchas y gimnasios cayeron en el abandono. En las montañas indígenas ya no hubo más canchas y nada sustituyó los apoyos deportivos.
El último Mundial de baloncesto al que acudió México fue en 1974 y la última Olimpiada fue en 1976; después acarreó lástimas en las duelas.
(También desapareció la Conasupo con todo y sus bodegas. Hoy se mitiga el hambre de los desastres con despensas colectadas a manera de limosna porque no hay almacenamiento público de cosechas y de víveres).
Hace unos meses México ganó el Premundial de Argentina. El estrella del equipo, Gustavo Ayón, fue un larguirucho hijo de un campesino y de una maestra rural de la sierra de Zapotán, del municipio de Compostela en Nayarit. Gustavo, de 28 años de edad, jugó de niño en canchas reliquias del preneoliberalismo ubicadas en las rancherías serranas.
Los niños triquis que han asombrado desde hace dos años con sus triunfos y peculiar forma de lograrlos son los nietos de esa política; aprovecharon las reliquias del estatismo y ahora impresionan a un mundo que los aplaude por jugar descalzos. Han salido del mundo del atraso -como salió Ayón- y captan la fama de aquellos que de la nada logran todo.
Calzan la pobreza. Hoy les aplaudimos sus hazañas producto de nuestro abandono. Debería darnos vergüenza. Sin duda, jugarían mejor con tenis, acostumbrados a ellos, a la dignidad desde que nacen.
El dinero que podía usarse en, por ejemplo, canchas para las montañas, educación para los triquis o salud para los indígenas, va por el ramo 33; se les da a alcaldes y gobernadores que terminan usándolo en la construcción de carreteras que lleven a su casa o en albercas para su familia. Están abandonadas las escuelas y las canchas que construyó el CAPFCE. El desmantelamiento del Estado también tiene que ver con las cosas que importan a la gente y no sólo las que importan a los políticos.
Las reformas fiscales recientes no han generado rutas del dinero para los descalzos. Eso sí, cíclicamente generan los huecos para las evasiones. Los equipos que constituyen la liga de futbol profesional -vértebra de la selección perdedora- no tributan, juegan con dobles contabilidades, golean al fisco. Evaden lo que falta en las montañas de los descalzos.
A los futbolistas perdedores no les falta nada. Irán seguramente al Mundial con sus colecciones de tenis y ropas deportivas. Su compromiso no es el deporte o el país. Por ejemplo, jugadores como "El Chicharito" o Giovanni fueron llevados por un banco español a Brasil para grabar anuncios comerciales mientras se desarrollaba la eliminatoria. Ganan mucho siendo famosos aunque sean maletas. No sentar al "Chicharito" tiene una lógica: es el de los anuncios, no el de los goles.
Los hilos de control sobre los jugadores son parte de la madeja donde la ganancia está por encima del marcador. No debe sorprender que el deporte es negocio. Lo que sorprende es que los directivos mexicanos hagan tan mal negocio y tan mal deporte. Torneos cortos, liguillas, futbol mediocre. Los ratings sobre juegos extranjeros en televisión de paga aumentan y el rating de juegos nacionales declina igual que entradas en estadios.
Nada garantiza aún que las generaciones triquis dejen de estar descalzas y hambrientas. Los niños serán campeones, serán curiosidad, serán orgullo. Pero no serán emblema de un país equitativo e incluyente.
La selección de futbol debería destinar parte de sus ganancias y de sus obligaciones fiscales a financiar el deporte, la educación y la salud de los descalzos.
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Publicado originalmente por REFORMA. Reproducido en este espacio con autorización expresa de su autor.
tolvanera06@yahoo.com.mx
http://reforma.vlex.com.mx/vid/tolvanera-descalzos-470115594

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