Desalmados
El primer muerto es el que pesa.
De ahí en adelante da lo mismo dos que tres docenas.
Por eso nos aterroriza ver a jóvenes sicarios que confiesan hasta 38 asesinatos.
Tienen embotado el cerebro y perdido hasta el último rasgo de humanidad.
No tenemos penas carcelarias que correspondan a la magnitud de sus crímenes.
No hay el escarmiento proporcionado ni la reparación del daño a las 38 familias enultadas.
Si no es alternativa la pena de muerte, construyamos al menos cárceles de alta seguridad.
Donde se trate a esos criminales con rigor extremo, sin consideración alguna.
Recluirlos de por vida, por estar más cerca de las bestias que de ser personas con derechos humanos.
jvillega@rocketmail.com
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