domingo, 27 de octubre de 2013

GRATITUD por Alfonso Rodríguez Jaramillo

Texto escrito por Alfonso, buen amigo, excelente pediatra y activo director editorial 
de la revista "Salud y Cuidados del Bebé".


Dos guajolotes

Mi padre tenía su consultorio en una colonia popular. Era pediatra. A veces lo acompañaba al consultorio, cuando no tenía clases. Mi tarea consistía en acomodar las muestras médicas que le dejaban los agentes farmacéuticos y que luego él regalaba a quienes veía que no tenían con qué surtir su receta. Una vez llegó una pareja joven con un niño de cinco años que tenía una hernia abdominal con riesgo de estrangulamiento intestinal. Había que operarlo. Al padre del niño se le cortó la voz mientras explicaba que eran recién llegados a la ciudad, no tenían dinero ni seguro médico, y una cirugía estaba fuera de su alcance. Mi padre se conmovió. Tomó el teléfono y le marcó a un cirujano pediatra amigo suyo, al que normalmente le refería los casos quirúrgicos. “Tengo aquí a un niño con una hernia abdominal. No tienen con qué pagar la cirugía. ¿Me harías el favor de hacerla gratis?”. Él aceptó. Inmediatamente mi padre llamó al hospital para tramitar el internamiento y programar la cirugía. Un par de semanas después, acompañé de nuevo a papá al consultorio. Sin previa cita, llegó la misma familia con un par de guajolotes en una caja. No tenían con qué pagar, pero sí con qué dar las gracias. Mi padre se conmovió de nuevo.

Una virtud exótica

La gratitud es una flor exótica; es decir, rara. Martin Luther King solía decir que nada se olvida más despacio que una ofensa; y nada más rápido que un favor. También Jesús lamentó la escasa gratitud de quienes recibían sus favores. Fue el caso de los diez leprosos que curó al enviarlos a presentarse al sacerdote. Sólo uno volvió a darle las gracias. “¿Y los otros nueve, dónde están?”, preguntó Jesús con tristeza. 

Qué es la gratitud


La gratitud es un movimiento del corazón, un afecto de reconocimiento y amor a quien nos ha hecho un favor. Ha habido gestos de gratitud muy hermosos en la historia. Quizá uno de los más célebres es el del pintor Albretch Dürer. Su hermano Albert sacrificó su igual talento y pasión artística trabajando cuatro años en una mina a fin de solventar los estudios de Albretch. Para cuando éste quiso devolverle el favor a su hermano, gracias al inmediato éxito de sus cuadros, las manos de Albert estaban destrozadas, inhábiles para cualquier oficio artístico. Entonces Albretch pintó en su honor el que hoy es quizá su cuadro más famoso: “Manos”. El cuadro es un homenaje a las manos de su hermano. Muy pronto, la gente completó el nombre del cuadro: “Manos que oran”. ¿Cómo no llamar así a dos manos unidas, con gesto oblativo, y orientadas hacia arriba? Efectivamente, parecen unas manos orantes, pero también sufridas, inmoladas, desgastadas a favor de alguien. El pueblo no se equivocó al rebautizar la obra. Pero el cuadro es aún más que un acto de gratitud; es una lección de vida: nadie llega al éxito solo; alguien tiene que pagar el precio. Por eso, quien alcance cierta fama y renombre, ha de saber voltear hacia abajo para ver las manos que lo han sostenido y darles las gracias.


Cómo expresar la gratitud

La gratitud circula por los mismos ductos del amor. Por eso se expresa normalmente a través de alguno de sus lenguajes: visitar a quien nos ha hecho un favor; decirle “gracias”; llevarle algún detalle; corresponderle con otro favor o ayuda; darle un abrazo, un beso. El leproso del evangelio así lo hizo: regresó, se postró a los pies de Jesús, muy posiblemente los abrazó y besó, mientras le decía insistentemente “¡gracias!”.

La gratitud exige humildad. Porque supone reconocer que hemos recibido algo que no merecíamos. De hecho, la gratitud es siempre un acto de humildad. Los soberbios no saben dar las gracias. Les parece quizá una humillación. No se dan cuenta de que cuando una persona de las gracias es como una flor que exhala su mejor perfume. 


Dr Alfonso Rodríguez Jaramillo 
@alfonsodoctor

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