domingo, 6 de octubre de 2013

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

FURIA: ORIGEN Y DESTINO
Un amigo relataba algo que acaba  de vivir: Siete días de retiro sin contacto alguno con la tecnología.   Ese desprendimiento de los medios electrónicos, anteriormente muy sencillo de lograr, hoy es un reto que no cualquiera se anima  a enfrentar. Nos hemos vuelto dependientes de nuestros aparatos,  pegados a la pantalla de manera automática, hasta irracional.  Llegamos al grado de interrumpir lo que estemos haciendo por atender ese mágico  timbre, con un poder de atracción como ninguno.
   Paradójicamente la comunicación con nuestra familia, amigos o compañeros de trabajo, esos seres humanos  que tenemos a nuestro lado, es tarea  cada vez menos socorrida y más dificultosa.  El escenario  habitual en cualquier  urbe  es un grupo de personas que se hallan físicamente  una junto a la otra, pero distantes, cada cual con el espíritu metido en un adminículo del tamaño de la palma de su mano, enajenado.
   No se ama lo que no se conoce, y la vida, para amarse, necesita primero conocerse. Existir en el tercer milenio implica situaciones de solitud, nos sentimos solos y de ribete nos aislamos más. No nos enteramos, ni nos importa, si el sol salió, si nuestros seres amados amanecieron bien, o quieren platicar con  nosotros. La convivencia sabrosa entre humanos una tarde cualquiera, es pieza de museo.
    La mala calidad de la educación escolarizada tampoco   favorece conocer el mundo que nos rodea; es casi seguro que, si a un chico de secundaria le preguntamos cuántos continentes hay, o cuál es la capital de Costa Rica, o el nombre del río que cruza Londres, nos ponga cara de extrañeza para contestarnos que ni sabe ni le interesa.
   ¡Claro! La idea que prevalece es muy simple, para qué  batallar leyendo un libro o estudiando una materia, si en el momento cuando se requiera se busca en Internet y ya… Aun cuando por esa vía se resuelve la urgencia inmediata,  estamos muy lejos de aprender a conocer y amar nuestro planeta de esa manera. Por otra parte, haber eliminado del programa oficial  la materia de Civismo  no  favorece poder afianzar un código de ética ciudadana.  Yo recuerdo que  mi maestro de Civismo en secundaria nos obligó a memorizar treinta y tres artículos de la Constitución, de modo tal que al menos salimos a la vida sabiendo cuáles son nuestros derechos y nuestras obligaciones básicas.
   Todo lo anterior para decir que entonces no nos extrañe la actitud de los autodenominados “anarquistas”, infiltrados en las movilizaciones del pasado 2 de octubre en el Centro Histórico de la ciudad de México.   Vale la pena echar un vistazo a cualquier video de ese día, para observar el grado de violencia con que esos individuos arremeten contra todo y contra todos, poniendo hasta la última fibra de su ser en atacar, golpear, destruir y dañar.  A través de las imágenes se percibe a cada uno de ellos muy enojado con la vida,  aprovechando al máximo la ocasión de arremeter contra ella. Algo así como la rabieta de un niño muy caprichudo, pero con la fuerza física de un adulto corpulento y armado, en donde uno y otro quieren demostrar a la autoridad que están en su contra, que la odian, y que quieren acabar con ella.
   Frente a situaciones como ésta la mayoría  estamos en desacuerdo, pero  después de ello no se nos ocurre qué más hacer,  y con toda seguridad no nos atreveríamos, en dado caso, a intervenir para detener su furia, cuando está visto que ni los granaderos pudieron contenerlos.  Hay quienes se preguntan si estarán patrocinados por López Obrador, porque curiosamente cuando hay movilizaciones de MORENA no  ocurren estos desmanes.  Hay quienes comienzan a verlas como expresiones apocalípticas, y hay quienes pensamos que hay una relación causal factible de modificarse para desalentar este tipo de comportamientos.
   Nuestros  menores han crecido en la cultura del no-respeto y la irresponsabilidad, en gran medida influenciados por un sistema de gobierno (familiar, escolar y civil) que no ha   sabido fijar límites.  Desde que son pequeños no se sanciona una mala acción, o hasta se festeja,  transmitiendo el mensaje  de que cada quien haga lo que le dé la gana.  No  es infrecuente entonces, que en las tiendas de autoservicio hallemos gran cantidad de mercancía dañada o incompleta; cualquiera  puede romperla, descompletarla o robarla, que al cabo no pasa nada.
    Cuando conduzco, si me da la gana me paso la luz roja o rebaso por la derecha,  al fin que la autoridad no se impone, y si hay bronca “pues ahí nos arreglamos, y ya”.

   Ese gran hueco que mueve a nuestros jóvenes a la violencia, necesita ser llenado con amor, comenzando por casa  cuando son pequeños,  para formar ciudadanos que amen la vida en todas sus formas, y sepan cuidarla.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario