HISTORIA Y PALABRA
Lamentable tragedia ocurrida esta
semana en la ciudad de México, muere un bebé de escasos meses de nacido quien era llevado por su madre en una carriola y que
de alguna manera, en la proximidad de una coladera mal tapada, fue a dar hasta el fondo
de la misma, a 3 metros de profundidad,
falleciendo en consecuencia. La noticia
fue cubierta de inmediato por algunos rotativos capitalinos, mismos que en su
modalidad digital incluyen un foro de discusión, el cual comenzó a saturarse de
opiniones de toda índole, iniciando por algún comentario que lamentaba la
muerte del menor, hasta avanzar a acusaciones cada vez más graves contra la
madre aseverando que si tal sucedió fue porque ella era una retrasada mental y
que iba distraída con el celular, como si quienes aquello afirmaban hubieran sido
testigos presenciales de los hechos, sin
que faltara quien haya dicho que esperaba
ver colgada a esa mala madre en el Zócalo capitalino, y que le sacaran los ovarios para que no pudiera
volver a tener otro hijo…
Nadie parece haber tomado en
cuenta que esa coladera estaba en tales condiciones desde hacía más de seis
meses, y que justo al siguiente día de la tragedia el problema crónico se
resolvió como por arte de magia, con la colocación de una placa metálica, misma que no pudo colocarse
durante más de medio año y que, dicho
sea de paso, alteró la escena para el
Ministerio Público. Tras la muerte del
bebé causada por la omisión en reparar la coladera se está tipificando como un
delito, para el cual ya hay varios señalados que podrían alcanzar una sentencia
de hasta ocho años de prisión, según han expresado las autoridades del Distrito
Federal. Aunque claro, la alteración de
la escena donde ocurrieron los hechos puede
haberlos puesto a salvo de que se cumpla la ley, al no integrarse el debido proceso, algo
dolorosamente común en México.
En lo particular hallo muy lamentable ese fenómeno por
desgracia cada vez más frecuente en los foros de discusión, y que inicia con un
simple comentario que insinúa algo de manera muy discreta, “la mamá debió haber
puesto más atención”, para en seguida desatarse una andanada de acusaciones
cada vez más graves, tanto contra los involucrados en el relato periodístico,
como entre los mismos usuarios que, valga señalar, suelen manejarse de forma
anónima. Uno llama al otro descerebrado, y aquel le contesta que su mamá se
dedica al oficio más antiguo del mundo, y ahí se eternizan en ataques verbales
que a nada llevan.
Lo que los norteamericanos llaman
“flamers” es algo así como los troleadores en nuestro idioma, son personajes
oscuros que acceden a la red para lanzar
un comentario negativo capaz de generar emociones. Son como el niño que arroja la piedra y
esconde la mano, e internamente se regodea al ver cómo esa agresión inicial va
en forma creciente abarcando más y más usuarios. Debe de ser algo adictivo, de manera que una
vez que ha logrado desquiciar a los participantes en un foro, navega hasta
hallar otro tópico que le permita hacer lo mismo, y así ejercer un poder que
fuera de la red seguramente no tiene. Es
más, en la vida real lo imagino (o la imagino, con eso de la equidad de género)
como un personaje anodino que no parece capaz de matar ni una mosca, algo similar a lo que sucede con muchos
alcohólicos, que cuando no están bajo los efectos del alcohol son casi
transparentes, y hasta inspiran compasión, pero una vez iniciados los efectos
etílicos van adoptando una personalidad muy
diferente que incluso llega a ser en extremo violenta.
Volviendo al término “flamers”,
los expertos hablan de que esa carga de agresividad que vuelcan en los foros se debe, en buena medida al
anonimato con el que se manejan en redes sociales, y también debido a que, no existiendo
ningún elemento que permita establecer una corriente de empatía hacia los demás, el agresor está en
condiciones de actuar de forma tan despiadada como quiera, pues no hay en torno
suyo nada que lo limite a hacerlo. Esto es, cuando se trata de un grupo social
fuera de la red que luego forma un grupo virtual, el fenómeno de la agresión no
alcanza los niveles que consigue cuando los participantes no se conocen en
persona.
La palabra tiene una fuerza muy
grande, tanto para bien como para mal. En la red la palabra puede ser
herramienta que construye o arma destructora que provoca mucho daño. Es sano recordar que detrás de esa palabra está un individuo con una historia personal, y
que lo que ese individuo tiene alojado en su corazón es el motor que mueve sus manos sobre el teclado.
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