PASIÓN POR LO QUE SE HACE
En esta vida somos testigos privilegiados de cuanto ocurre
en derredor, la tecnología nos coloca en
posición de seguir los sucesos en el justo momento cuando acontecen, así sea del otro lado del mundo. Tal fue el caso del discurso de Fernando Del
Paso durante la recepción del Premio Cervantes en España que pudimos seguir los
mexicanos en tiempo real, si acaso con el pequeño inconveniente de la diferencia de horario,
pero nada más. Estuvimos en condiciones
de escuchar las palabras del hombre
enamorado de la lengua castellana y de la palabra escrita, que no ha perdido la
sencillez a pesar de su reconocida trayectoria
como escritor. El intelectual que reconoce la dolorosa situación de nuestro
país y sabe que no tiene por qué ocultarla a los ojos del mundo, despojado de
ese falso pudor oficialista que no hace otra cosa que empantanar aún más las verdades
que a todos nos ahogan.
En mi entorno personal se unieron algunos otros personajes
que hicieron de esta semana que termina algo especial. De visita en la ciudad de Saltillo tuve
oportunidad de asistir al ensayo de la Filarmónica del Desierto y de dos jóvenes solistas, el pianista Eric Valdés, de quien ya hablé en una
colaboración previa, y el violinista Carlos Suárez. Tuvo mucho de mágico el entrar por la puerta de artistas e
instalarme en la parte posterior del foro con Eric y Fernando su padre a platicar por un par de
horas mientras la orquesta ensayaba y constatar que, al igual que Fernando del
Paso, Eric y su familia tienen ese ingrediente que se requiere para dejar
huella en esta vida: Pasión por lo que se hace.
Me agradó hallar en el papá de Eric un hombre entregado a
apoyar a su hijo en lo que él desea desarrollar, pero con la sabiduría necesaria
para no dejarse llevar por los logros del joven pianista ni presionarlo para que siga ese camino hasta
ahora muy exitoso. Me platicó cómo, casi
de manera simultánea con el descubrimiento de las dotes musicales de su hijo,
él atravesaba una difícil situación laboral que lo llevó a una depresión de la
que sintió que no podría salir, pero como él mismo señala, Dios pone las cosas
de manera de que todo vaya teniendo una solución. El entusiasmo de Eric y sus primeros logros
obligaron al padre a salir de aquel estado para apoyar y acompañar a su
vástago, en ese entonces de 9 años de edad, a la vez que Mony, mamá de Eric, hacía lo suyo en ayudar a solventar los problemas
de la economía familiar. A la fecha Eric ha recorrido mucho camino,
domina perfectamente el piano, tiene ilusión por aprender violín y algún
instrumento de viento, y tal vez seguir la carrera de Dirección de Orquesta. Cuando cuestiono a su papá acerca de qué
pasaría si Eric cambia la música y decide ser astronauta, con la risa franca
que lo caracterizó durante toda nuestra charla menciona: “Lo que no es difícil,
pues le apasiona mucho el universo.”
Hallar seres humanos que se entregan a fondo en aplicar
aquellos talentos que Dios les dio, es a todas luces alentador. Vienen a mi memoria las palabras de Vincent
Van Gogh cuya biografía es un tratado recomendable para cualquier aspirante al
oficio del arte, que habla de la esencia del artista, de su relación con la
vida, de cómo para él fueron el amor y la naturaleza el eje
de toda su creación. Hay temas recurrentes como las estrellas, el color y el
corazón. En alguna de las misivas que intercambió el pintor con su hermano
Theo, quien por cierto vivió siempre preocupado por las condiciones de pobreza
del artista, Vincent expresa: “Desde mi punto de vista soy inmensamente rico,
no en dinero, sino (y eso a veces, no siempre) soy rico porque encuentro en mi
oficio, algo a lo que puedo entregarme con alma y corazón, y que da inspiración
y sentido a mi vida.”
En un mundo que trae la brújula extraviada, y confunde valor
con precio, y se deja engañar con el sofisma de “tener para ser”, y se vuelve
loco tratando de dar satisfacción a estos postulados falaces, y es capaz de
cualquier cosa con tal de estar a la altura de lo que oscuros intereses determinaron que fueran los
estándares del éxito, cobijarse bajo estos paradigmas entusiastas que ponen
toda la pasión en su diario quehacer, o como diría Van Gogh “en las pequeñas
cosas”, es inspirador. A la vez constituye un recordatorio para el resto de
nosotros: Hallar nuestro lugar; descubrir nuestro propio talento, y ponerlo a
trabajar con todo el amor, hasta el
último día de nuestra vida.
“Lo que es el color a la pintura, es el entusiasmo a la
vida.” Palabras de Van Gogh que nos invitan al desafío de alcanzar en esta vida
una sola cosa: Con toda la pasión de que seamos capaces, la estrella de nuestra
propia realización personal.
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