domingo, 30 de julio de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

MALIGNA QUIMERA
Uno de los grandes problemas de nuestro país ha sido la inveterada costumbre de nombrar políticos y no especialistas del área, para ocupar los mandos medios y superiores de las distintas dependencias, tomando en cuenta lazos de amistad o  compromisos que un funcionario tenga con otro, más que la capacidad probada del aspirante al cargo. Un ejemplo muy claro ha sido el del trágico socavón morelense, por citar alguno de tantos que ha habido en los últimos ochenta años. El titular de la SCT en el estado de Morelos asumió el cargo sin tener la mínima experiencia en el ramo, y como dice el dicho: “Tanto peca el que mata a la vaca como el que le estira la pata”.  Responsabilidad del titular estatal Alarcón Ezeta por aceptar el puesto; responsabilidad de Ruiz Esparza, titular de la SCT a nivel federal por nombrarlo, del gobernador Graco Ramírez por apoyarlo, y de EPN por permitirlo. ¿Sí o no?... 
     Ahora surge otro caso que en una primera lectura no pareciera tener tanta relación con esos asuntos de impericia y corrupción, pero que a fin de cuentas es una vertiente más del  mismo problema.  Cien inmigrantes indocumentados son abandonados en la caja de un trailer en el estado norteamericano de Texas, y para cuando los descubren una parte de ellos ha muerto. Dentro de la información que se da a conocer en torno a este lamentable hecho se sabe que cada uno de esos individuos tuvo que pagar a la red de tráfico de humanos más de $100,000 pesos para ser cruzado a través de la línea  fronteriza.  Y aquí es donde  quiero iniciar mi reflexión.
     Sabemos que los programas de apoyo a sectores menos favorecidos tienen una bolsa para otorgar microcréditos a emprendedores.  El monto de cada uno de esos préstamos anda alrededor de los $30,000, con intereses  muy bajos, y –al menos en teoría—están disponibles para quien los solicite para emprender un negocio o una cadena productiva. Ahora bien, es muy probable que los jóvenes  no los soliciten   porque en su región no hay una organización que les abra camino para utilizar ese recurso de manera eficiente, y aquí es donde habría que preguntarnos qué ha hecho el gobierno para detectar esos nichos de oportunidad y diseñar cadenas productivas, de suerte que la gente joven piense en quedarse en su terruño, y así favorecer el desarrollo de esas regiones.
Es muy doloroso ver cómo las familias del sector rural se sacrifican por cierto período de tiempo para recaudar lo necesario para enviar a uno de sus miembros –el mejor dotado—en búsqueda del sueño americano, en ocasiones con resultados funestos, como fue esta vez para algunos de ellos.  Se confía ese monto que no es cualquier cosa, así como la vida y la integridad de su familiar, en manos de traficantes, que para nada van a actuar como  hermanitas de la caridad. A la fecha funcionan como  redes de tráfico humano  a merced del crimen organizado, con la colusión de autoridades a ambos lados de la frontera. Baste recordar el caso de la matanza de San Fernando, Tamaulipas ocurrida en el 2010.
     Casos como este ponen en evidencia la desarticulación que existe entre  programas gubernamentales.  Si hay una región del país con problemas de desarrollo, corresponde a las autoridades diseñar un programa que los resuelva, pero para ello necesitamos que las instituciones estén capitaneadas por especialistas en la materia, y no por improvisados colocados allí por intereses ajenos al bien común.  Se requieren científicos con liderazgo para  detectar las necesidades de una región, y con la preparación suficiente para diseñar, echar a funcionar, supervisar y evaluar programas encaminados a subsanar esas mismas necesidades.
En la mancha urbana existen  individuos jóvenes que han perdido una o ambas extremidades, convertidos en pedigüeños. ¿Será por falta de orientación? ¿Será porque no existen oportunidades de capacitación? ¿O será por molicie?... En cualquiera de los casos, se trata de un desperdicio de talento, que da por resultado una pobre calidad de vida para el individuo, su familia y  la comunidad misma. ¿Dónde están los programas gubernamentales para capacitar y agremiar a estos jóvenes en cooperativas o en cadenas productivas que apoyen la economía regional?
      Los problemas de seguridad resultan de falta de planeación estratégica, y no se resuelven con la militarización. Mientras no los veamos de este modo seguirá habiendo casos de jóvenes transportados peor que reses después de haber pagado cantidades exorbitantes a redes de traficantes que no hacen más que fortalecer el crimen organizado.
     ¿Qué México queremos? ¿Y qué parte del problema vamos a asumir como propia, para comenzar a trabajar?... Porque, de no hacerlo, nos estamos sumando con nuestra indiferencia, a la maligna quimera que rompe sueños como pompas de jabón.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario