CLAUDIA ELENA
A Claudia la vine a conocer estos
últimos años, previamente era la hermana menor de dos alumnas de preparatoria muy
brillantes. Comencé a saber de su vida a
raíz de la desaparición de su hijo Gerardo hace 6 años y medio, noticia que cimbró a esta frontera. Aun cuando
ya padecíamos los daños provocados por la delincuencia organizada, los
ciudadanos suponíamos que los desaparecidos eran ´por regla individuos
relacionados con tales grupos, y no un adolescente deportista que estuvo en el lugar equivocado,
en el momento equivocado.
A partir de este hecho, sin duda
el más doloroso que una madre puede padecer, Claudia Elena se convirtió en motor
que movilizó a toda la ciudad hacia la oración. A través de su actitud se
percibía el empuje de una mujer que se negaba a instalarse en su dolor para ver
pasar la vida. En tanto movía cielo y
tierra tratando de dar con el paradero de su hijo, conminó a toda la población a orar. Se pedía por Gerardo, se pedía por todos los
afectados a causa de la delincuencia organizada, se pedía por México. La zozobra que había en su corazón de madre la guardaba para sí, quiero imaginar que por
las noches, cuando había cumplido con su familia y con ella misma, podía
–entonces sí—sacar ese dolor de su pecho, tomarlo entre sus manos, desgranarlo
y llorarlo. Hablaría con Dios, con la
luna, con su hermoso hijo hasta donde él
estuviera, para después de un rato, con la disciplina que la caracteriza,
volver a acomodar ese llanto en el paño de su dolor y guardárselo por toda la
jornada. Continuaría la vida a la mañana siguiente prendida de la esperanza, lo
que ocurrió día tras día, mes tras mes, año tras año, hasta que llegó la
noticia final, así de dolorosa como de tranquilizadora: Su hijo
descansaba en la bendita paz de Dios.
Cronológicamente fue a partir de
este tiempo cuando coincidí más con ella, en su función de coordinadora de
Cultura Municipal, y posteriormente compañeras de un taller de literatura
testimonial que ella debió abandonar temporalmente y en el que todavía nos hace
mucha falta. Hace diez meses se dio una
coincidencia mayor entre las dos: Le detectaron un cáncer, situación que definitivamente le cambia la vida a
cualquiera. Si ella había pensado que
con la muerte de su hijo terminaba su labor como promotora de asuntos
espirituales, a partir de esto descubrió que nuestro buen Dios le tenía asignada
mucha tarea para los años por venir.
Hace algunas noches, atendiendo una invitación
personal de su parte, acudí a una conferencia que dio dentro del mes de Lucha
contra el Cáncer, intitulada “Cáncer en
el alma”, en la cual ofreció un
testimonio de su vida en los últimos años, pero muy en particular de este 2017
en el que se han presentado grandes cambios para ella y su familia. El mayor de
estos retos, un diagnóstico que marcó para su vida un antes y un después.
A partir de su experiencia como
paciente transmite al público cómo en esos momentos de incertidumbre y de
angustia, gestos tan simples como un abrazo o una palabra de aliento llegan a
hacer la gran diferencia. Varios de los
asistentes, que ya hemos andado ese mismo camino, asentimos totalmente a lo
expresado por ella. En definitiva un
diagnóstico de cáncer rompe el
equilibrio de tu día a día, te arranca con brusquedad de tu zona de confort y
te lleva a temer lo peor, primero la muerte, después la limitación física, y
por supuesto el desequilibrio financiero. Una vez superada la crisis comenzamos a ver la vida de otra manera, apreciamos
cada pequeño detalle como con lentes de realidad aumentada, provistos de un
entusiasmo tal, que los demás no consiguen abarcar.
Quienes hemos transitado este
camino azaroso del cáncer aprendemos a degustar la vida de otra manera, gota a
gota, conscientes de cuan afortunados somos de seguir vivos y bien. No hay tiempo ocioso, cada día tiene un
propósito específico por cumplir, de
modo que la existencia se convierte a largo plazo en una colección de experiencias
maravillosas.
Claudia Elena: ¡Muchas
felicidades por tu vida, por tu valentía y por tu testimonio! Como dijiste al explicar la razón de intitular
tu plática como “Cáncer en el alma”, es urgente sanar el corazón del mundo. Tu llamado es a reconectarnos como seres
humanos, habitar ese pequeño espacio que
nos identifica unos con otros, procurar
las coincidencias y desechar las
diferencias. Nos invitas a creer y
crear; a compartir, cada cual desde su sitio en el cosmos. Pero sobre todo nos invitas a revalorar a la
familia y los amigos como el mayor tesoro, como el respaldo más fuerte en
tiempos de crisis.
En esta vida cada cual tiene una
historia y una misión. Hacen la
diferencia quienes saben combinar una y otra para bien de todos. ¡Gracias
Claudia, por hacerlo tan bien!
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