domingo, 8 de octubre de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


CLAUDIA ELENA
A Claudia la vine a conocer estos últimos años, previamente era la hermana menor de dos alumnas de preparatoria muy brillantes.  Comencé a saber de su vida a raíz de la desaparición de su hijo Gerardo hace 6 años y medio,  noticia que cimbró a esta frontera. Aun cuando ya padecíamos los daños provocados por la delincuencia organizada, los ciudadanos suponíamos que los desaparecidos eran ´por regla individuos relacionados con tales grupos, y no un  adolescente deportista que estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
     A partir de este hecho, sin duda el más doloroso que una madre puede padecer, Claudia Elena se convirtió en motor que movilizó a toda la ciudad hacia la oración. A través de su actitud se percibía el empuje de una mujer que se negaba a instalarse en su dolor para ver pasar la vida.  En tanto movía cielo y tierra tratando de dar con el paradero de su hijo,  conminó a toda la población a orar.   Se pedía por Gerardo, se pedía por todos los afectados a causa de la delincuencia organizada, se pedía por México.  La zozobra que había en su corazón de madre  la guardaba para sí, quiero imaginar que por las noches, cuando había cumplido con su familia y con ella misma, podía –entonces sí—sacar ese dolor de su pecho, tomarlo entre sus manos, desgranarlo y llorarlo.  Hablaría con Dios, con la luna, con su hermoso  hijo hasta donde él estuviera, para después de un rato, con la disciplina que la caracteriza, volver a acomodar ese llanto en el paño de su dolor y guardárselo por toda la jornada. Continuaría la vida a la mañana siguiente prendida de la esperanza, lo que ocurrió día tras día, mes tras mes, año tras año, hasta que llegó la noticia final,  así de  dolorosa como de tranquilizadora: Su hijo descansaba en la bendita paz de Dios.
     Cronológicamente fue a partir de este tiempo cuando coincidí más con ella, en su función de coordinadora de Cultura Municipal,  y posteriormente  compañeras de un taller de literatura testimonial que ella debió abandonar temporalmente y en el que todavía nos hace mucha falta.  Hace diez meses se dio una coincidencia mayor entre las dos: Le detectaron un cáncer, situación  que definitivamente le cambia la vida a cualquiera.  Si ella había pensado que con la muerte de su hijo terminaba su labor como promotora de asuntos espirituales, a partir de esto descubrió que nuestro buen Dios le tenía asignada mucha  tarea para los años por venir.
     Hace  algunas noches, atendiendo una invitación personal de su parte, acudí a una conferencia que dio dentro del mes de Lucha contra el Cáncer,  intitulada “Cáncer en el alma”, en  la cual ofreció un testimonio de su vida en los últimos años, pero muy en particular de este 2017 en el que se han presentado grandes cambios para ella y su familia. El mayor de estos retos, un diagnóstico que marcó para su vida un antes y un después.
     A partir de su experiencia como paciente transmite al público cómo en esos momentos de incertidumbre y de angustia, gestos tan simples como un abrazo o una palabra de aliento llegan a hacer la gran diferencia.  Varios de los asistentes, que ya hemos andado ese mismo camino, asentimos totalmente a lo expresado por ella.  En definitiva un diagnóstico de cáncer  rompe el equilibrio de tu día a día, te arranca con brusquedad de tu zona de confort y te lleva a temer lo peor, primero la muerte, después la limitación física, y por supuesto el desequilibrio financiero. Una vez superada la crisis    comenzamos a ver la vida de otra manera, apreciamos cada pequeño detalle como con lentes de realidad aumentada, provistos de un entusiasmo tal, que los demás no consiguen abarcar. 
     Quienes hemos transitado este camino azaroso del cáncer aprendemos a degustar la vida de otra manera, gota a gota, conscientes de cuan afortunados somos de seguir vivos y bien.  No hay tiempo ocioso, cada día tiene un propósito específico  por cumplir, de modo que la existencia se convierte a largo plazo en una colección de experiencias maravillosas.
     Claudia Elena: ¡Muchas felicidades por tu vida, por tu valentía y por tu testimonio!  Como dijiste al explicar la razón de intitular tu plática como “Cáncer en el alma”, es urgente sanar el corazón del mundo.  Tu llamado es a reconectarnos como seres humanos,  habitar ese pequeño espacio que nos identifica unos con otros,  procurar las coincidencias y  desechar las diferencias.  Nos invitas a creer y crear; a compartir, cada cual desde su sitio en el cosmos.  Pero sobre todo nos invitas a revalorar a la familia y los amigos como el mayor tesoro, como el respaldo más fuerte en tiempos de crisis.
     En esta vida cada cual tiene una historia y una misión.  Hacen la diferencia quienes saben combinar una y otra para bien de todos. ¡Gracias Claudia,  por hacerlo tan bien!


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