domingo, 8 de abril de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Es más fácil hacer que nos amen a que nos odien, y sin embargo hay quienes parecen afanarse en lograr provocar desprecio. Como si el amor les incomodara, o como si le tuvieran tan poca fe que definitivamente terminaran creyendo que ser odiado, es la única condición para la que vinieron a este mundo.

Los sentimientos son manejados a voluntad, y es con ella con la que se logra transmitirlos. Somos desconfiados para entregar el amor, siempre temerosos de no ser correspondidos y valorados, o de sentirnos ridículos al mostrar nuestro cariño. En cambio el desprecio, el coraje, el rencor nos dan la sensación de fortaleza, nos convierten en seres con supremacía sobre los demás, como si fuese esa la mejor forma de lograr respeto. 

¡No le hace que no me quiera, que me respete!, frase que es frecuente escuchar, como si no pudiera conseguirse el respeto a través del amor, como si la nobleza nos debilitara y nos impidiera ser vistos con admiración. Siempre se ha dicho que el amor mueve al mundo, pero definitivamente es fuerza que se genera en pocos y que no ha logrado que la humanidad tome la dirección correcta. A lo largo de la historia, se reconoce más a quienes han sido villanos que a los que han entregado su vida a vivir en el amor, si mucho se les considera mártires, pero solo para una minoría son ejemplo que se deba emular.

Energías contrarias que se apoderan del espíritu de las personas, energías que son las que marcan la directriz de nuestras vidas. Una vida plena, una vida armoniosa, una vida que invite a compartirse, que deje en el alma de otros un mensaje de amor, de comprensión, de solidaridad, de paz, se consigue fácilmente a través de poseer la virtud, de ser transmisores de amor.

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