domingo, 3 de febrero de 2019

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


Desde que nace, un poeta viene sin derechos de autor.
Su partida de nacimiento señala que es hijo
de la brisa  y del bosque en unos casos,
o de la tristeza y del mar en muchos otros.
Incluye --sin embargo-- un apartado
que no traen el resto de los mortales.  Dice así:
"Nacido para", esto es, un poeta nace para convertir
nuestras horas felices en  las más dichosas;
para consolar,  para acallar las penas.
Se bebe como gotas disueltas en agua, en vino,
o a cucharadas --como recomienda Sabines.
     Un poeta carece de vida propia, se comparte,
como el pan  y la sal en mesa generosa.
Funciona cual  bálsamo para el dolor del alma
Es parche poroso que saca lo malo y  restaura el tejido.
     "Lento muere el verano
y suspende el silencio con sus ruidos", sentencia
José Emilio en su epíloga octava.
Así el poeta  nos hermana
          en un solo verano,
                    en un solo silencio
                            suspendido,
en un solo jolgorio del verdor que brota.
Así no se queda huérfano el dolor. Se sabe acompañado.
Seguimos adelante, ya son nuestras las palabras suyas.
Plagio absoluto, pero necesario.
     Él lo sabe desde el día en que nace. 
                 Lo sabe y sonríe.
       

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