domingo, 3 de marzo de 2019

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza


AMOR PERRUNO

Él sigue a su humano. Lo hace como un loco, sin reparar en el riesgo en que pone su vida. 

Lo ve salir montado en su bicicleta y se alista para correr tras de él. Para no dejarlo escapar. 

En el crucero la luz verde marca el arranque del ciclista quien se incorpora a la nutrida arteria vehicular. El hermoso labrador hace lo suyo zigzagueando entre automóviles, carril tras carril. 

Son tres las  ocasiones cuando  está a punto de ser arrollado por algún conductor frente al cual apareció intempestivamente en su desesperada carrera. 

Finalmente logra emparejarse con su humano. Quien sabe de perros diría que sonríe por haberlo conseguido. 

El goce  no dura mucho. El ciclista ha tomado mayor velocidad y el can se queda atrás. 

El humano se percata de lo que ocurre, pero poco puede hacer. Lleva el tiempo contado. El reloj checador no entiende de amores. 

Lo último que alcanzo a ver antes de dejar atrás la escena: El perro se orilla y otea hacia uno y otro lado en busca de su humano. Se le ha perdido. Luce confundido. Se vale más de la vista que del olfato. Tal vez este último se halla embotado por los humos de los escapes. 

Vino a mi mente esa frase popular que dice: “Quisiera ser tan bueno como mi perro cree que soy”. 

Amor perruno a toda prueba.

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