domingo, 15 de septiembre de 2019

POESÍA de César Cañedo

La niña sabe…

La niña sabe que no debe tocar nada,
que algunas casas son como museos
o como aparatos
que pueden fácilmente burlarse de sus manos.
Obedece a su madre en la cocina
y limpia primero lo que es más evidente.
(Incluso podría limpiar el valor que tiene un niño
que es estorbosamente más alto
o el de una niña que se ríe como niño.)
La niña limpia las manos de las cosas,
hasta el polvo queda limpio,
hasta el polvo.
Los cuartos se dejan hacer sin tanto trámite
y son la fantasía de la niña
porque es donde sus manos juegan
con la desobediencia.
Debajo de su cama, sin que su madre sepa,
guarda una caja de zapatos
que se ensancha
con basura invisible de otras casas:
el tapón mordido de un bolígrafo,
un labial que no pinta,
la cabeza despeinada de una muñeca joven,
un empaque de mentas con una frase de la suerte
que la niña no entiende
la ropa sucia se lava en casa,
¿por qué, entonces,
ella y su madre lavan casas ajenas
con la ropa de siempre,
por qué
le limpian a otros lo sucio que les toca?

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