Reminiscencias
Una simple gota de rocío encierra un mundo de imágenes
iridiscentes, juguetonas.
Me transporta a la infancia, a esas primeras gotas
que habré visto al lado de mi abuela
en el universo de macetas rojas y blancas
de su patio central, donde fui descubriendo
los misterios de la naturaleza.
El tañer de campana
para misa de siete me remonta
a mis primeros años, a la terraza frente a la catedral del
Carmen
del Torreón que dejó de ser mío ha mucho tiempo:
Un tropel de mujeres viejas y mudas, llegadas de todas
partes,
ataviadas con sus chales y chalinas negras
para acompañar entre susurros al sacerdote
en su primer oficio matutino.
Cada vez que veo una bugambilia (así, con “b” labial, que dé cuenta
de la explosión de magenta o morado con que puebla el
espacio),
Cada imagen de esos tonos llamativos que escalan el cielo me
remonta
a las esquinas laguneras de altas bardas
Desde donde asoman
copetes coloridos que gritan “alegría”.
Vuelvo a mi infancia, al olor del pasto recién cortado, al
sabor
agridulce de una limonada.
Al color del vientre rojo de una gran sandía.
Vuelvo a ese tiempo ajeno al paso de las horas
A ser la niña que se asombra con las cosas más simples
Y acuna entre sus brazos cada día el germen del gozo renacido
por las pequeñas grandes cosas de la vida.
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