menos sensibles; más eruditos y menos sabios; más intelectuales y menos humanitarios.
El cambio va a
darse cuando el corazón se torne así de sensible, como para dejarse tocar
por las necesidades de otros, y así de generoso como para actuar en consecuencia.
Sin el concurso
del corazón, los afanes de la mente convierten a nuestra sociedad en un montón de témpanos de hielo aislados y mudos, donde, tarde que temprano, la vida termina por cancelarse.
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