ESPERANZA RENOVADA
Vengo regresando de un viaje maravilloso a Guadalajara. Asistí a la 37ª edición de la Feria
Internacional del Libro, evento que reúne autores, editoriales y lectores de toda
Iberoamérica y más. En esta ocasión la
invitada fue la Unión Europea.
De entrada, se antoja imposible imaginar que los casi
120,000 metros que tiene la área de la
Expo Guadalajara vaya a ser ocupada por instituciones del más diverso orden,
que tienen que ver con la palabra escrita.
A ratos resulta sofocante la
cantidad de personas que circulan en uno u otro sentido por los largos pasillos
señalados con letras y números, tanto en el área nacional como en la
internacional. Conforme el programa se
puede asistir a presentaciones de libros, conversatorios, mini talleres y espectáculos
artísticos, todo de manera gratuita. El
boleto de 25 pesos da derecho a entrar a cualquiera de ellos, siempre y cuando
haya cupo.
En esta oportunidad mi asistencia a la FIL tuvo dos motivos:
El primero fue el goce de asistir; el segundo fue la emoción de participar en
la presentación de una antología que escribimos 8 talleristas a lo largo de más
de dos años, en reuniones virtuales con un gran maestro que nos coordinaba desde
España, dentro de una plataforma que se ha consolidado como una de las más
importantes del país. Habíamos desarrollado una amistad tan estrecha, que ese
primer encuentro presencial entre quienes tuvimos ocasión de asistir
–afortunadamente la mayoría del grupo-- fluyó como el agua, como si nos conociéramos
de toda la vida.
Lo que más me sorprendió de la experiencia y que motiva mi
colaboración de hoy, es la enorme asistencia y el entusiasmo de niños y jóvenes
a lo largo de los días que pude estar presente en la FIL: Algunos en grupos
escolares o de niños exploradores organizados por adultos. Otros muchos
adolescentes que, al parecer, acudían por cuenta propia. Me sorprendió gratamente percibir su interés
en distintos títulos; las preguntas hacia los encargados y su asistencia a
presentaciones de obras. Podían haber
estado haciendo cualquier otra cosa, pero estaban ahí, echándose un clavado en
los exhibidores de las distintas casas editoriales. Esas imágenes quiero conservarlas muy
frescas, para esos ratos cuando declina el ánimo pensando en que la juventud es
indiferente ante el entorno y sus desafíos.
Resultó muy grato poder participar en la presentación, en el
módulo del INE, de un libro escrito por Andrés Acosta. Se intitula: “Más que un día de campo”. De una forma divertida, con el apoyo de
ilustraciones, el autor facilita la creación de la conciencia ciudadana y la
razón por la que un sistema requiere de tres poderes para mantener el equilibrio
y alcanzar la justicia. Encuentro que es
una obra que merece tener amplia difusión entre los grupos escolares para
lograr que los Tres Poderes de la Unión no sean letra muerta en los textos
escolares (si es que la NEM no los ha eliminado de sus páginas), sino que se
entiendan como un mecanismo de pesos y contrapesos que facilita que la
maquinaria del sistema funcione de manera idónea.
Me alegra que dicha presentación haya contado con la
asistencia de muchos niños y jóvenes, y que esas palabras del escritor se
siembren en la tierra fértil de sus frescas conciencias.
El valor de la lectura es inconmensurable. Los autores nos invitan a un paseo por sus
percepciones; lo hacen desde la libertad, nunca desde el adoctrinamiento. Como lectores estamos en capacidad de
decidir si atendemos o no la invitación que nos hacen. Es, además, una lectura a través del tiempo y
del espacio. En las páginas de un libro
conocemos los hábitos y costumbres de otras épocas y regiones. Llegamos hasta el origen de los principios
que han impulsado a la humanidad en distintos momentos. Podemos emprender una lucha al lado de
personajes que han cambiado la historia, o acompañar a los vencidos hasta
entender las razones que se han incubado en su corazón.
La lectura es un elemento generador de conciencia; sus
alcances son mayores, de ahí su valor.
Con un lápiz y un papel se puede cambiar al mundo, como dijera Malala
Yousafzai; en cada texto mora un maestro
capaz de moldear a la humanidad; descubrir nuevos senderos, y trazar rutas por
conquistar. Es una pena que parte de la
población perciba la lectura como un quehacer obligatorio y aburrido. Sucede
porque no han tenido los mejores maestros, unos que los animen a hallar en las
páginas de cada libro un mundo nuevo por descubrir, un viaje tan interesante
como el que más, por emprender. En ello
la función de los cuentacuentos es fundamental.
Si quien lee una historia lo hace inyectando magia a sus palabras, el
niño comenzará a apreciar las cosas de otra manera.
Hoy regreso de la FIL23 con la esperanza renovada
Que maravillosa oportunidad quetida Carmen y gracias por compartirlo a tus fans!
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