LAS MEJORES
VACACIONES
Nunca encontrarás tiempo para nada. Debes crearlo:
Charles
Buxton
Estoy segura de que Einstein sí lo entendía. Yo llevo años devanándome los sesos para
tratar de comprenderlo, pero sigo en las mismas. Sin embargo, es real: el
tiempo pasa cada vez a mayor velocidad y no hay forma de frenarlo. Al principio pensé que era cuestión de la
edad, entre más años vives, más rápido sientes que pasa la vida, mientras que de
niños los días son eternos. Cambié de opinión cuando escuché a los jóvenes
diciendo lo mismo, el tiempo pasa cada vez a mayor velocidad. Alguna influencia
debe tener el comercio, sospecho. Acaba de iniciar el período vacacional, y las
tiendas ya están vendiendo la mercancía de regreso a clases. Y para cuando está
por arrancar el ciclo escolar, se anuncian las ventas del adoptado “Día de
Brujas”, y así nos vamos hasta fin de año.
He de confesar, eso de comenzar a ver arbolitos de Navidad en octubre, me
resulta ofensivo, una especie de rapto que roba encanto a la temporada
decembrina. Me corta la inspiración de una fecha que me encanta. Pero, en fin, el comercio lleva la voz
cantante, y estoy resignada a entender que no va a cambiar. El tiempo pasa de manera veloz y hay que
aprovecharlo.
Para los mexicanos las vacaciones van, desde un sábado en la
alberca municipal, hasta una lujosa estancia de siete días en Dubái. Cada familia de acuerdo con sus gustos y posibilidades
encuentra la manera de desconectarse de la rutina diaria y recargar pilas para
los siguientes diez meses. Ejercitarnos
en el arte de la simplicidad y el buen humor, es un antídoto bastante efectivo contra
el estrés y los males del alma, así que hay que practicarlo tan seguido como se
pueda. El verano es un excelente tiempo
para hacerlo.
Cambiando de plano de profundidad, como un nadador que pasa
de la superficie hacia el fondo de la piscina.
Las vacaciones son el momento ideal para reconectarnos con nosotros
mismos. Esta velocidad que lleva la vida,
muchas de las veces nos obliga a dejar de lado nuestras cosas personales, para
ocuparnos de actividades de otro tipo.
Por más que organicemos nuestro día, nos la pasamos corriendo de aquí
para allá, y cuando acordamos ya se nos fue la semana. Del mismo modo ocurre con la siguiente y la
siguiente, hasta que descubrimos que se acabó el año, y no hemos tenido tiempo
para ocuparnos de lo propio. Como si esto no mereciera un espacio en nuestra
agenda personal.
En la vida de todo adulto maduro, hay un punto de inflexión:
un día nos despertamos y descubrimos que, para estos momentos, es mayor el
tiempo de nuestro nacimiento a la fecha, que el que haya de transcurrir de hoy
a que desaparezcamos de este plano terrenal.
No es cuestión de asustarnos, tan simple como esto, yo acabo de cumplir
64 años, y para nada me imagino cumpliendo 128, por más que los avances
científicos me animen a creerlo. Nadie
sabe en qué momento esas Moiras griegas –veleidosas y ufanas-- decidan cortar el hilo de nuestra existencia,
y “kaput”, hasta ahí llegamos. O bien, tal vez sigamos con vida muchos años,
pero ya no con la capacidad para un disfrute pleno.
Siendo pragmáticos, ahora que hemos descubierto que el
tiempo camina a pasos agigantados, y que estamos más cerca del más allá, de lo
que estuvimos ayer, el mes pasado o hace un año, trabajemos por aprovechar
nuestro tiempo. Que estas vacaciones
sean enriquecedoras en cuanto a visitar y reunirnos con otros, pero –igual de
importante—que sean ocasión para sentarnos a meditar frente al mejor amigo que nos
ofrece la vida, frente a nosotros mismos.
Revisar si estamos contentos con lo que hacemos; analizar las razones
por las que –a pesar de que no nos gusta—nos sentimos obligados a realizar
ciertas cosas. Y lo más importante, enumerar
todo aquello que siempre hemos deseado llevar a cabo, pero no nos hemos dado el
tiempo para hacerlo. ¿Por qué no nos lo hemos dado? ¿Sentimos acaso que no
vamos a lograrlo, o nos boicoteamos pensando que no merecemos ese goce?
Conocer personas con gustos afines a los propios. Emprender
acciones que nos entusiasman. Llevar a
cabo algo, por el simple gusto de hacerlo, sin tener que justificarnos ante
nadie, aparte de nuestra propia persona.
¿No es válido? ¿Quién dijo que no?
Vacaciones: tiempo para dialogar con nosotros mismos. Cada uno, en la intimidad del “mí conmigo”. Sincerarnos en una lista por escrito, aunque
después la destruyamos. Anotar qué hacemos, por qué lo hacemos. Qué querríamos hacer, y por qué no lo hemos
hecho hasta ahora. Poner frente a los
ojos el propio mundo interior, a través de la palabra escrita, es de lo más iluminador.
Nos ayuda a descubrir ese “yo” agazapado a la sombra.
Antes de que lleguen
los arbolitos de Navidad en octubre: ¿Cómo ven si lo intentamos?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario