SE BUSCAN LÍDERES
Por tradición la parte más complicada de mis columnas periodísticas
es titularlas. Necesito un título corto,
significativo y que llame la atención del potencial lector. Para la presente recordé el tratado de
Pirandello, de 1925, intitulado “Seis personajes en busca de autor”. Habla de
la creación de personajes dentro de la dramaturgia, en particular del llamado
“teatro del absurdo”. Aquellos que tengan el tiempo y la paciencia para acompañarme
con su lectura, podrán descubrirlo.
Escuché una plática entre adultos jóvenes. Mediante videoconferencia un grupo de personas que rondan los 30 años, hablaban
sobre oportunidades de trabajo en tiempos de pandemia. La conversación la sostenían mi hija y un grupo de sus
contemporáneos. Yo trabajaba en lo mío, pero alguna que otra palabra brincaba
“el breve espacio” (como el de Milanés) entre su equipo y el mío, penetraba por
el conducto auditivo, se transportaba por vía nerviosa hasta el cerebro, si no
para ser procesado, sí para ser archivado, mediante alguna de las sinapsis
neuronales que ocurren por milisegundo en nuestro cerebro. Se quedó fermentándose y combinándose con
nuevas impresiones, en espera del momento para convertirse en palabra.
La plática giraba en torno al nivel de ingresos que perciben
los adultos jóvenes en la actualidad. En
buena medida son proporcionales a su preparación en el área de trabajo a la que
aspiran, así como a sus competencias en aspectos de desempeño, liderazgo y
dominio de habilidades. Me
sorprende el panorama global en el cual
se desenvuelven estos adultos jóvenes, en comparación con el que me tocó a mí
hace poco más de cuatro décadas: La forma de aprendizaje era distinta, en el caso de la medicina muy
clínica y poco tecnológica, a tal grado que un buen interrogatorio y
exploración nos acercaba al diagnóstico del paciente. La tecnología, que entonces consistía en laboratorio y rayos X, servía para corroborar
nuestra impresión diagnóstica. No había
tomografía computarizada ni resonancia magnética. Muy apegados a la clínica francesa, fuimos
enseñados a explorar al paciente con acuciosidad detectivesca; a conjeturar con
base a lo hallado por nuestros sentidos, y a utilizar los exámenes de
laboratorio y gabinete solamente como un ocasional complemento.
Regresando a la plática que llegaba deshilvanada hasta mí, mencionaban que entre los jóvenes
quienes hacen más dinero en estos momentos son los “influencers”, los
“youtubers” y los “tiktokers”. No me
sorprendió; algo he leído en redes sociales respecto a las fortunas que llegan
a amasar chicos de 18 o 20 años con publicaciones de todo tipo, desde
inteligentes y documentadas hasta cuestiones de lo más cotidianas, al absurdo,
como sería el caso de lo que abordaba Pirandello con su tratado, orientado
hacia el teatro.
Como sucede en otros aspectos de la vida, vemos la planta en
la maceta, puede gustarnos o no y nada más.
Pero ¿qué pasa si la sacamos de ese recipiente y nos asomamos a investigar
qué elementos hay en la tierra en la cual ha sido sembrada? En lo personal este auge económico de los
personajes en la red refleja que tienen un gran número de seguidores. Y si tienen un gran número de seguidores,
significa que el público los procura y los aplaude.
Ahora vienen las preguntas: ¿Será que la gente los sigue porque
sus mensajes enriquecen? ¿Se identifican
con ellos precisamente por ese absurdo existencial? ¿O tal vez sea una forma de
rebeldía contra el sistema, que termina formando una fraternidad? Tal como ocurrió
con los movimientos de protesta del siglo pasado.
La tecnología conlleva el riesgo de no pensar y dejar que
sean otros quienes lo hagan por nosotros.
Hay que aclarar, no es algo tácito, sino un proceso que va ocurriendo a
través del tiempo y de la normalización de patrones de conducta. Llega un momento en que nos hallamos actuando
a favor o en contra de determinados asuntos, por simple acostumbramiento. Las redes sociales en particular nos llevan a
procurar aquellas posturas ideológicas que son afines a nuestra forma de
pensar. Creamos a partir de nuestro
equipo un universo de pensamiento dentro del cual todos razonamos de modo
similar. Una forma por demás evidente es
lo que sucede en la política: Seguimos a los que nos agradan, y así nos vamos
rodeando de líderes y opinadores afines, que nos fortalecen, luego de lo cual
surge la polarización y la radicalización de posturas.
Necesitamos líderes de carne y hueso, que trabajen hombro con
hombro a favor de los ideales de nuestros jóvenes. A su vez los jóvenes requieren de ese espacio íntimo de reflexión
personal, que les permita conocerse, entender quiénes son y qué aspiran lograr,
y así sentar las bases de su propio proceso de creación personal, más allá de
la pantalla.
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