Escribir poesía
es crear
con el lenguaje
una casa donde
habite el espíritu.
Más allá de la
métrica y la rima, es rozar
con dedos de seda
la emoción del
lector, sacarla del letargo
con los
sentimientos vueltos música.
Es crear
silencios como espacios
donde corran a guarecerse los temores
que trémulos tiritan
cuando cae la tarde y el viento oscuro ulula.
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