domingo, 11 de julio de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

CON EL ESCUDO O SOBRE EL ESCUDO

Esta mañana escuché que llamaban desde la reja de entrada.  Habituada a los patrones que ha establecido la pandemia, supuse que sería alguna entrega de paquetería.  Salí y me hallé un jovencito sobre su bicicleta ofreciendo servicios de jardinería.  Extendió el brazo para entregarme algo, se trataba de una tarjeta de presentación artesanal.  En un pedazo de cartoncillo reciclado y recortado a mano venía lo siguiente: “Se podan palmas. 878 700 9286 y 878 157 75 31”. Me causó una grata impresión y quise armar una historia con los pocos elementos que habían capturado mis sentidos: Un jovencito, posiblemente hijo de un jardinero.  Por el tipo de letra imaginé que era una mujer –su hermana o su mamá—la que recortaba a mano esos pedazos de cartoncillo y estampaba en ellos la información.  Lo percibí como una bocanada de aire fresco, una muestra de humanitarismo, en un mundo que a ratos se ha vuelto tan impersonal y ostentoso.  Un mundo en gran medida regido por los medios de comunicación que proyectan arquetipos totalmente alejados de nuestra realidad “real”, valga la redundancia, y que no hacen más que provocar una sensación de minusvalía en los televidentes.

Hay en televisión un montón de programas que presentan lo extravagante como una normalidad absoluta.  No podría precisar en qué canal norteamericano anuncian un programa de bienes raíces donde compran y venden mansiones tasadas en millones de dólares.  Lo único que he visto de dicho programa es el comercial.  En lo particular no me llama la atención adentrarme en la vida opulenta de los multimillonarios, pero sí hay que decirlo, lanza un mensaje subrepticio terrible, como diciendo que los seres humanos se miden por los millones de billetes verdes que tengan en sus cuentas bancarias.

Este pedacito de cartoncillo escrito y ofrecido con aquella ilusión de que los llamen para un trabajo colocó muchas cosas en su lugar dentro de mi mente.  Reafirmó que lo verdaderamente importante en esta vida está más allá de lo material.  Justo coincide en tiempo con la llamada de una querida amiga que me informa que su familia acaba de sufrir la muerte de un ser amado.  Percibo en su voz ese dolor de perder de manera súbita a alguien a quien te une toda una vida de vivencias y lazos afectivos.  Son de esos momentos que obligan a hacer un alto en el camino para  un examen de conciencia personal. Preguntarme si justo en este momento estoy preparada para partir, como fue su caso.

Tal parece que la vida es un hecho que damos por sentado.  Nos mueve el pensamiento de que los demás podrán morir, pero nosotros no.  Muchas veces así nos vamos manejando siempre, tomando riesgos más allá de lo sensato, sin siquiera pensar el peligro en que nos ponemos.  A propósito de la tercera ola de la pandemia, ahí vienen las vacaciones de verano y las conductas sociales que nos ponen en riesgo a todos. Es cierto que, después de tanto tiempo, ya estamos cansados del encierro.  También es cierto que, tal vez, se ha pagado de manera anticipada un viaje.  O quizás se trate del premio prometido por la graduación de uno de los hijos.  Sea cual fuere el caso, las condiciones sanitarias son las que llevan la batuta este verano y más vale atenderlas.

Volviendo a la imagen inicial: Me conmovió ese guiño de verdadera humanidad en un mundo cada vez más plástico y fatuo, que tiende a distanciarnos a unos de otros, incluso dentro del claustro familiar.  La actitud del chico sugiere que se trata de una familia que busca ocuparse en forma honesta, cuando las condiciones económicas vienen incrementando los índices de pobreza y conducen con facilidad a la delincuencia.  Un grupo familiar que, lejos de sentirse abatido, echa mano de la creatividad en la búsqueda de oportunidades para conseguir un ingreso económico. Personas que diseñan los medios para lograrlo, haciendo trabajo de equipo dentro de la familia.  Una gran lección que enseña que el ser humano estará siempre más allá de las circunstancias que podrían limitarlo.

A propósito de la forma de actuar de niños y jóvenes de este milenio, hay un estudio realizado por la iniciativa “Pacto por la infancia”, que habla sobre elementos que causan felicidad o infelicidad en la población infantil de nuestro país.  Entre los primeros están las relaciones familiares positivas y afectuosas, así como la posibilidad de crear y expresarse.  Entre los segundos elementos están la desatención, el maltrato y el abandono.  Dentro de la desatención se halla la sensación que genera en el pequeño que sus papás vivan con la mirada puesta en la pantalla todo el día.

“Con el escudo o sobre el escudo”, frase atribuida a los guerreros espartanos en la batalla de Termópilas.  Excelente inspiración para lidiar nuestras luchas personales.

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