domingo, 9 de marzo de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 GÉNERO AUTOBIOGRÁFICO Y EMPATÍA

“Lo que no tiene nombre”, novela autobiográfica de la colombiana Piedad Bonnett, publicada en el 2013. A través de sus páginas la escritora habla desde la distancia emocional acerca del suicidio de su hijo Daniel, un joven artista radicado en la ciudad de Nueva York.

Con toda seguridad el dolor más hondo para un padre o una madre es la muerte de uno de sus hijos; máxime, como sucede en este caso, siendo una terminación voluntaria de la propia existencia, lo que, sin lugar a duda, pone a temblar todos los principios éticos que  ellos consideran haber inculcado a su hijo.

Piedad Bonnett se zafa de lamentos autocompasivos para instalarse físicamente en el lugar de los hechos, tratando de entender los motivos que llevaron a su hijo a la fatal decisión.  A través de chispazos de analepsis revisa el pasado familiar, la historia médica del hijo y los últimos momentos que él vivió, para tratar de hallar un sentido lógico a los acontecimientos.

Escribir en primera persona acerca de lo propio no es fácil.  Revelar nuestro yo íntimo a un lector que no conocemos, cuidando de no caer en sentimentalismos, no es tarea sencilla de ninguna manera.  La colombiana lo logra con especial acierto, mediante una emoción permanentemente contenida que nos sumerge a los lectores en un mundo en un principio ajeno, que llega a convertirse en un espacio familiar en el cual acompañamos a los personajes descritos en sus luchas por hallar un significado a todo lo que les rodea, y en especial, a lo que sucede en su interior.

Continuando con el tema de la semana anterior, escribir acerca de lo que nos sucede cumple dos funciones fundamentales: Una catártica que permite sacar de nuestro interior la angustia que estamos sintiendo en el trance, y otra didáctica, a través de la cual buscamos proporcionar al lector una advertencia para prevenirlo sobre pasar lo que estamos pasando, mediante un ejercicio documental de lo que nos sucede y cómo fue que llegamos a ello, así como los pasos necesarios para salir adelante ahora que lo padecemos.

La lectura nos conecta con universos ajenos al propio, tanto en tiempo como en espacio.  Al leer somos capaces de penetrar en la vida de personajes que, de otro modo, jamás habríamos conocido.  Y, en la medida en que un libro esté bien escrito, nos permite empatizar con los protagonistas, su viaje personal, los sueños que albergan y las dificultades que habrán de enfrentar a lo largo del camino.   Al volver al mundo real en el que vivimos el día a día, seremos capaces de aceptar de mejor manera a esos compañeros de ruta que son muy distintos a nosotros.

Cualquier conflicto que enfrentemos en la vida diaria puede ser plasmado en el papel como eje central de una obra literaria, sea autobiográfica o ficcional.  Para ejemplo de este último subgénero tenemos las incontables obras de los novelistas europeos del siglo diecinueve y veinte, como es el caso de Tolstoi, Balzac o Kafka, por citar algunos, que llevan al papel las problemáticas sociales de su época, pero siempre con un fondo autobiográfico que queda en evidencia luego de que conocemos parte de su obra.  Los autores modernos de género autobiográfico son muchos.  Tenemos a Joan Didion, Annie Ernaux o el peruano Julio Ramón Ribeyro, o los colombianos Tomás González o la ya citada Piedad Bonnett, ejemplo de narrativas íntimas crudas, que no se contienen a la hora de revelar sus propios sentimientos frente a hechos que han impactado su existencia de manera notable.

Leer obras de género autobiográfico nos permite descubrir que aquello que considerábamos solo nuestro resulta, muchas de las veces, una situación compartida con otros de cuya descripción a través de la literatura podemos abarcar mejor lo propio, dilucidarlo y emprender acciones encaminadas a sacarlo adelante.

Como un buen café, un buen libro es un elemento enriquecedor en nuestra vida.  Hay obras para cada momento, o las hay de cabecera, aquellas que en cualquier circunstancia son capaces de acompañarnos y aconsejarnos de la mejor manera.  

Philippe Lejeune, un estudioso del género de literatura íntima habla de lo que es un pacto autobiográfico, a través del cual el autor se obliga consigo mismo a narrar lo propio en retrospectiva, desde la memoria, al margen de juicios morales o de loas a la propia persona.  Se obliga a presentar su condición humana sin ambages, de modo de conectar con el lector a través de un vínculo emocional nacido desde lo profundo de su ser.

Una vez más queda en evidencia la enorme riqueza que la literatura es capaz de proporcionarnos.  En este caso, la recomendación es procurar lecturas autobiográficas que nos conecten con las luchas de otros seres humanos, tan generosos como para compartir.


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