HUMANOS Y REALES
A partir de este año la Universidad de Yale tiene dentro de
sus cursos uno sobre la felicidad. “La psicología y el buen vivir” ha roto record de inscripción de alumnos; ofrece
a los alumnos recursos para construir su propia felicidad. Me viene a la mente
aquella cátedra de “Amor” que daba mi querido amigo Leo Buscaglia(+) en la
UCLA, en los años ochentas.
Vivimos en un
mundo tecnificado y competitivo, en el
que hay que alcanzar metas
elevadas, y el precio que llega a pagarse
por hacerlo es el desgaste emocional.
Desde pequeñitos a los niños se les programa a ser multitareas,
excelentes en todo, con la mentalidad de
triunfadores. Pasan de las materias
curriculares a las extracurriculares día tras día, dejando poco o nada de
tiempo para ser niños, para jugar en
total libertad.
Manejarse de ese
modo va dejando fuera de contexto la condición humana. Dudar, tropezar, o fracasar en una empresa determinada
significa una devaluación como personas. Todo parte del rendimiento teórico que tendría un individuo en condiciones
ideales, para esperar ese mismo rendimiento de todos. No se toma en cuenta que
existen condiciones particulares que pueden dificultar que el desarrollo real de una persona sea
similar al que las matemáticas predicen que debe alcanzar.
La gran pregunta
sería entonces: ¿Qué propósito tenemos en esta vida? O dicho de otro modo, cuestionarnos
si la felicidad equivale al logro de todos y cada uno de esos objetivos de
elevado nivel, que hemos asumido alcanzar por nosotros mismos, o porque alguien
más así lo dispuso.
Estoy tomando un maravilloso
diplomado de Literatura Mexicana del siglo XX organizado por el INBA. Las sesiones están a cargo de especialistas
que nos facilitan el conocimiento de la
obra de personajes que han puesto muy en
alto las Letras mexicanas en el mundo. La sesión del pasado miércoles 16 comprendió
el estudio del grupo de los Contemporáneos, nueve grandes –en su mayoría poetas-- nacidos entre
1897 y 1904, cuya obra se ha vuelto intemporal.
La sesión estuvo a cargo de Pável Granados, ensayista, editor y
bloguero, discípulo de Miguel Capistrán, quien a su vez conoció muy de cerca a
varios de los Contemporáneos. De este
modo se nos presentó a los poetas como
si estuviéramos sentados con ellos en alguna bohemia, abordándolos desde su condición muy humana. Entendimos cómo a través de algunos de sus
poemas se plantean para sí mismos las grandes preguntas existenciales, y en su
búsqueda de respuestas invitan al lector a hacer algo similar: Aceptar la propia
condición humana.
Entender las
cosas desde el corazón es tarea de
primer orden para los habitantes de este tercer milenio. Si escudriñamos el
rostro de aquellas personas que esperan el cambio de luz en un crucero, quienes
hacen fila en alguna oficina, o los que viajan a bordo del transporte público, nos
vamos a encontrar con muchos rictus de disgusto, de angustia o de hermetismo. Cada uno de esos gestos parece indicarnos que
vivir cuesta y cuesta mucho, tanto que quizá poco o nunca alcanzamos a dirigir nuestra atención hacia asuntos en verdad gratificantes.
En lo personal me
parece excelente tomar un curso que me enseñe distintas formas de ponerme en
bien conmigo misma. Aprender a manejar
las cosas de todos los días con una mentalidad de contentamiento. No porque sea conformista, no porque decida
no dar lo mejor de mi persona.
Simplemente porque antes de plantearme un reto, me recuerdo que tengo
todo el derecho a preguntarme si realmente quiero cumplirlo, y qué tanto estoy
dispuesta a apostar por lograrlo.
En nuestro mundo
altamente tecnificado hay cuestiones que escapan de nuestro control. Para ponerlo en términos que sean familiares
para todos nosotros, es imposible que en cada fotografía en la que yo aparezca,
vaya a salir tan bien como Kate, duquesa de Cambridge, en la boda de su
cuñado Harry. Imposible. Yo no tengo ni la edad ni la belleza física
ni el vestuario que ella tiene, y más de la mitad de las fotos que me toman
–estando o no preparada-- quisiera eliminarlas. Así que tengo una de dos, o me paso todo el día enojada por las fotos, o
le resto atención al asunto y me busco cosas más agradables en qué invertir tiempo
y emoción. Así de simple.
Nuestro mundo
necesita de gente feliz para salir adelante.
Detrás de las caras fruncidas hay corazones poco dispuestos a abrirse
para con otros. En gran medida ese es el
problema que tiene anclada a la humanidad. Involucrarnos en el arte en cualquiera de sus formas, llámese creación
o apreciación artística, nos permitirá
asimilar que la condición humana, con sus rugosidades y sus fallas propias,
constituye la maravillosa plataforma
para construirnos un mundo feliz.
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