Como abalorios –una a una—
exploro y cuento
memorias de la infancia:
Historias que me leía mi abuela
antes de dormir.
La magia de un algodón de azúcar
un domingo en la tarde
La ilusión de un paseo
por la Plaza de Armas de mi tierra.
La lluvia, el petricor que la anticipa
sobre el suelo sediento;
sus gruesas gotas contra las baldosas
para formar coronas de princesa.
Recuerdos lejanos que hoy invoco
para espantar mis miedos.
Vuelvo atrás en tiempo y geografía;
Me instalo en esa infancia
que hoy es sanadora.
Lo hago aferrándome a ellos
mientras pasa la noche,
esa sombra maligna que hoy discurre
al otro lado de mi puerta.
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