HUELLAS EN EL CIELO
Tocar una vida es cambiar al mundo
Franz De Paula
Falleció Don Antonio Gutiérrez, empresario y filántropo coahuilense.
Fundó su empresa en la Región Carbonífera en 1961, y se fue ampliando desde Monclova hasta la franja fronteriza. Siempre generoso, con la gentileza y la
sencillez de un caballero.
Leí un artículo de Franz De Paula, que invita a vivir la vida con pasión. A emprender
aquello que nos llama, con entusiasmo y entrega, para cambiar el mundo.
Pareciera como si las acertadas palabras del escritor estuvieran dibujando de
cuerpo entero a Don Antonio, su entrega al trabajo, su definitivo compromiso
con la comunidad. “Trabajar sin parar significa
volverte inagotable, sobre todo cuando los tiempos sean difíciles. Esa es la
prueba de fuego real”, palabras de De Paula que describen al empresario.
La conjunción de estos dos
elementos, la partida física de Don Antonio y el dicho del escritor, abren un
vasto abanico de reflexiones, más en estos tiempos en que con tanta facilidad
tendemos al desaliento. Volteamos a
mirar nuestro entorno en los diversos ámbitos, y sentimos que las cosas no van
bien, o no van tan bien como deberían, de modo que nos invade una pesadumbre,
que se adhiere a nuestra vida como una sombra.
Hay momentos cuando pensamos ¿y para qué intentar tal o cual cosa, si lo
más seguro es que no vaya a funcionar?
Pudiéramos decir que en la vida
hay dos tipos de soñadores, aquellos que sueñan en conquistar elevados riscos,
extienden las alas de la imaginación, pero no se atreven a desprender los pies
de la tierra. Por otro lado, están
aquellos que se proponen una conquista más sensata, extienden las alas y se
lanzan con todo hasta alcanzar la meta propuesta. Con el tiempo a su favor, van conquistando
una tras otra las salientes de la cordillera.
No se detienen a regodearse con su primer logro ni a lamentarse por
algún fracaso. Simplemente se levantan,
se sacuden el polvo y vuelven a lanzarse de frente y con todo.
Coincidí en algunos eventos
con Don Antonio, sin embargo, nunca
estreché su mano o crucé palabra con él.
Y como yo, seguramente habrá un buen número de ciudadanos que
experimentaron algo similar, y que –aun así-- hoy lamentan profundamente su
partida. Las almas grandes dejan huellas
imborrables en el cielo.
Algún canal televisivo anuncia con
bombo y platillo el inicio de nuevas novelas con el tema del narcotráfico. Muy a pesar de opiniones que nos quieren vender
las propias televisoras y sus aplaudidores, en lo personal considero que tales
contenidos favorecen el fenómeno de “normalización” de la violencia. Y éste
contamina el ambiente que todos respiramos. Si al niño, desde que es bebé lo
ponemos en contacto con dicho material audiovisual, crece asumiéndolo como
normal, ya que es parte del imaginario familiar. Más delante, los arquetipos que las novelas presentan
influirán en la conformación de su propia identidad. ¡Vaya! Si los personajes se
exhiben como prósperos y poderosos, ¿por qué no aspirar a ser como ellos? Entonces
surge la violencia en todas sus formas y grados, con las consecuencias que después lamentamos.
Cuando hablamos de adicciones, sea
del tipo que fueren, debemos tener muy en claro que el problema medular no está
en la oferta de productos, sino en la compulsión interna por consumirlos. Si el interior de una persona está bien
estructurado, así se halle en un sitio donde existe oferta, la adicción no
sobreviene. Por el contrario, un
adolescente que no ha tenido las
condiciones óptimas para su desarrollo podrá
iniciar con una adicción. O sea,
no es la oferta la que desencadena la adicción, pero definitivamente sí la
favorece, cuando en la esfera emocional existen condiciones que la propician.
Algo muy parecido sucede con la violencia. El chico que vive con esos contenidos metidos hasta la cocina todos los días, y no encuentra los arquetipos
ideales para el desarrollo de su personalidad, echará mano de lo que tiene
cercano, que conoce y en cierta forma admira.
En un ambiente viciado como el que
vivimos los mexicanos de estos tiempos, surge un personaje de la talla de Don Antonio Gutiérrez, quien apuesta a la
creación de empleos, a la educación en todos los niveles, y finalmente a la
familia. Un líder que dice “sí se puede”, y nos lo demuestra
mediante los hechos, haciendo uso de su capacidad de crecimiento y de
organización. Un ser humano que invita a
trabajar para llegar tan alto como se proponga, y cuando así se consiga, nos
recuerda no olvidarnos nunca del que viene abajo. Un ejemplo de mexicano con el amor a la
patria tatuado en el alma.
Un abrazo a Doña Herminia, su
viuda, así como a sus hijos, herederos de un gran legado de amor a la vida. Descanse
en paz Don Antonio, sembrador de huellas en el cielo.
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