domingo, 1 de octubre de 2023

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

AHMISA: PRINCIPIO DE LA NO VIOLENCIA

No hay camino para la paz.  La paz es el camino.  M. Gandhi

2 de octubre: Fecha en que la ONU conmemora, desde el 2007, el Día Internacional de la No Violencia. Coincide con el nacimiento de Mahatma Gandhi, líder mundial que dedicó su vida a trabajar a favor de la paz. La ocasión enfatiza la cultura de la no violencia a todos los niveles. Excelente momento para medir cómo andamos los habitantes del mundo.

Desde el surgimiento de las primeras comunidades de homínidos, dedicados a la caza y a la recolección, la paz es un valor que se procura, tanto en individuos como en comunidades. El equilibrio entre la satisfacción de las necesidades propias y el bienestar colectivo desencadena emociones que bien pueden derivar en fractura de la armonía. Lo hemos visto a través de petroglifos en diversas construcciones ancestrales; en diversos papiros y códices; mediante tratados que llegaron a nosotros por los grandes copistas del Renacimiento, y más delante a través de la imprenta, hasta alcanzar el tercer milenio, época en la cual las diferencias entre individuos y colectividades alcanzan otros cauces bastante más elaborados. Para dolorosos ejemplos tenemos las crisis de movilidad humana en el mundo, y las invasiones, entre las que destacan la que padece la población civil en Siria y en Ucrania.

Solemos pensar que la paz proviene de un acuerdo que se firma entre dos grandes fuerzas, y que a partir de ese pacto se establece como decreto en ambos lados. Nada más falso. La paz es, en su origen, un estado interno de cada ser humano que va replicándose en capas hacia el exterior. Bien decía Confucio que sin un estado de paz interior no podemos avanzar hacia el logro de paz más allá de la propia persona. Hay que comenzar, pues, con hacer las paces con nuestra propia historia, con aquellas condiciones en las que nos tocó nacer y que no pueden ser cambiadas en retrospectiva. Armonizar con la familia donde nos formamos, entender que, como en toda empresa humana, habrá habido fallas, pero que fueron resultado de factores ajenos a la voluntad de dañar. Luego viene otra etapa, quizá la más difícil, hacer la paz con nuestros descendientes: aceptar sus diferencias, inconformidades y reclamos. Acoger esas características suyas con los brazos abiertos y trabajar junto con ellos porque reine la paz en el hogar.

Hecho todo lo anterior, ya podemos salir al mundo a trabajar por la paz de manera congruente, auténtica y productiva. Procurándola a través de caminos armónicos, propuestos a descartar cualquier actitud imperativa. Por un camino que atente contra las diferencias y no respete el derecho de cada uno para disentir, no se consigue la armonía entre seres humanos.

Se presentan escenas violentas cada vez con mayor frecuencia. Suceden y más de un testigo las graba y las pone a circular en redes. Y nosotros, incautos navegantes, las incorporamos a nuestro sistema de emociones. Nos llevan a concluir que el mundo es cada vez más violento y nos desesperanzamos. Si buscamos el común denominador de estos contenidos, siempre existirá el que actúa de modo agresivo contra uno o más que considera opositores. Y ya ni siquiera median las palabras; pasan del “me vio feo” o “su identidad me molesta”, a los golpes, tantas veces muy violentos. Si nos detenemos un momento en este punto, si hacemos foto fija y analizamos, descubriremos que en la percepción del atacante existe un odio que proyecta contra elementos del exterior que le chocan. En realidad, un paso antes del ataque exterior, hay un odio hacia su propia persona, una incomodidad interna que activa ese mecanismo de ataque.

Nuestros niños necesitan más palabras dulces y menos regaños; más aceptación y menos rechazo; más alabanzas y menos descalificaciones. Necesitan saberse visibilizados en su entorno inmediato; tomados en cuenta y valorados.

Allá afuera detectamos un ambiente donde priva el odio y la polarización, en particular en los asuntos que tienen que ver con la política. Nos aferramos a un líder o a un partido y vamos con todo contra lo que se oponga a ello. Se genera un ambiente tóxico en el que el gran perdedor es México.

Ahora que se conmemora el natalicio de Mahatma Gandhi, personaje central de la paz, podemos, cada uno de nosotros, dar un pequeño paso para ser más tolerantes con quienes piensan distinto; para promover el sano diálogo y evitar confrontaciones; para respetar y hacer respetar en nuestro entorno los derechos humanos y el respeto al planeta.

“Ahmisa” es el principio de la no violencia promovido por Gandhi. Principio que ha superado las barreras del tiempo y del espacio y que ahora nos invita a enfundarnos en él, para asegurar una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia.

1 comentario:

  1. Excelente Carmen!! La Paz se empieza a trabajar individualmente primero

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