PARA MUESTRA UN BOTÓN
Como cada año, viene a la mente de todos los mexicanos el
sismo de 1985 que derruyó parte de la obra urbana de la ciudad de México,
incluyendo vías de comunicación, el multifamiliar Juárez, hospitales de alta
especialidad, y el hotel Regis, entre muchos otros que se consideraban a prueba
de sismos.
De igual manera viene a nuestra memoria el espíritu de
solidaridad que invadió a México hasta más allá de sus fronteras. En la propia capital comenzaron a organizarse
los ciudadanos en labores de rescate y salvaguarda; se integraron cuadrillas
que inspeccionaron inmuebles, salvaron vidas, y alcanzaron tal maestría en
ello, que más delante integraron el escuadrón de los “topos”, que hasta la
fecha apoya en desastres naturales
alrededor del mundo con grandes resultados.
En esta frontera coahuilense, con estudiantes de una
institución educativa en la cual laboraba en esos años, organizamos un centro
de acopio, y la respuesta de la población a ambos lados de la frontera no se
hizo esperar. Ciudadanos y
empresas hicieron donativos en especie,
y logramos recabar cuatro toneladas de alimentos, medicamentos y ropa, gracias
a la cadena humana que integraron los propios alumnos para la recaudación,
inspección, clasificación y empaque de los donativos. Y de esta misma forma se entretejieron
historias a lo largo y ancho del territorio nacional, hasta hacer sentir a
nuestros hermanos capitalinos que no estaban solos.
Ahora cuando se cumplen 29 años de aquel trágico evento se
viven los primeros días de un meteoro destructor que asoló el estado de Baja
California Sur. Las escenas que se han
transmitido desde aquellos polos turísticos, actualmente devastados, resultan
terribles. Muchos edificios sucumbieron
al fenómeno natural, siendo graves los daños en la zona hotelera, pero aún más
grave, mucho más, es el fenómeno social que se generó a las pocas horas de
ocurrido el ciclón: La rapiña en todas sus formas, como una orgía de sangre dentro
de la cual sus participantes no dejaron nada en pie.
A través de Internet pudimos observar plazas comerciales
totalmente devastadas, tiendas en las que ni siquiera los anaqueles se libraron
de ser robados. Historias que hablan de
que una tienda de las grandes cadenas que fue totalmente saqueada, la vaciaron
de electrodomésticos, videojuegos, centro de cómputo, y hasta con los
contenidos de la caja fuerte arrasaron…
Lo primero y más fácil es suponer que fueron grupos de
delincuentes los que hicieron esto, pero las imágenes no dejan mentir, se
observan familias enteras, incluidos menores de edad, ocupados en llenar
carritos de mandado hasta el tope con productos que nada tenían que ver con la
subsistencia básica después de un meteoro.
Y los encargados del orden municipal, o no hicieron nada, o aprovecharon
la oferta y también le entraron al saqueo.
El gobierno federal responde enviando militares y elementos
de la gendarmería a restablecer el caos.
Sin embargo sería un grave error visualizar el problema como de
seguridad nada más, cuando hay elementos muy profundos que lo explican, y que
de no atenderlos volverán a manifestarse una y otra vez, en diversos
escenarios.
Me sorprende la forma como se maneja la mayor parte de
países de la Unión Europea; ante todo privilegian el respeto por el derecho
ajeno. Derecho a una vida tranquila,
productiva; derecho a la seguridad, y salvaguarda de la propiedad. Hay países que pagan casi un 40% de sus
ingresos en impuestos, pero los impuestos trabajan en todos los órdenes, sin
excepción. Hay orden, limpieza,
urbanización, salud, educación, cultura y comodidad. El transporte es de primera, impecable, y
todos respetan las reglas del mismo.
México emprende reformas que no quedan claras, que los
especialistas consideran orientadas hacia
una mayor recaudación sin transparencia ni rendición de cuentas, y ahora van
sobre los causantes menores, hasta el que vende paletas en la esquina. Vemos la forma grosera como las grandes
empresas y muchos políticos incumplen con total impunidad, contaminan, destruyen y
saquean las arcas, y por supuesto que seguirán haciéndolo, cuando no hay
sanción alguna a su proceder.
¿Y así queremos que el pueblo esté contento…? ¿Y que se
sienta feliz de ser fiscalizado hasta por el kilogramo de tortillas que
compra…? Hay malestar, hay inconformidad, hay rebeldía, estados de ánimo que se
lanzan en contra de lo más próximo y menos blindado, la clase trabajadora. A los de la punta de la pirámide no alcanzan
ni a verlos.
Para muestra un botón: Esta vez fue en Los Cabos tras Odile,
al rato será en la cuadra de en seguida, o en nuestro propio domicilio. Más
vale que autoridades y ciudadanos lo entendamos así, y actuemos en
consecuencia. Por lo pronto, a apoyar a
los damnificados.
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