Más allá de la armonía silábica, la música en su métrica
y el florido lenguaje figurado que la adorna,
la poesía es emoción. Expresar lo que llevamos dentro,
lo que el mundo despierta en los sentidos.
Es volcar, cual fuego abrasador
aquello que consume. Liberarnos
de esa magma de nuestra propia historia
cotidiana para no morir.
Hacer poesía: desnudarnos frente al espacio en blanco,
mirarnos al espejo, buscar entendernos.
Es la revelación de los ríos interiores
que fluyen dentro nuestro como sangre vital.
Lo hacemos para seguir vivos,
al menos por un día más.
Mañana... El mañana es incierto.
No sabemos si nos alcance o lo alcancemos.
La poesía es hoy.
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