Educar a un hijo implica sentirse injusto, nefasto, insoportable a veces ante nuestros adorados jóvenes y niños, sin tomarlo con carácter personal, entender que son seres humanos en tránsito con un criterio distinto, con una forma de ver el mundo no errónea pero sí muy diferente. No esperemos que nos entiendan del todo, no tengamos lástima ni de ellos ni de nosotros mismos por marcar los límites, por señalar lo que pensamos es justo.
Quien se aventura a ser padre, bien claro debe tener que ha elegido uno de los deportes extremos que implican más destrezas y valores que desarrollar en sí mismo y en sus hijos. Tolerar los reclamos de nuestros hijos va implícito en una buena educación y bien habrá valido la pena, cuando vemos que a pesar de ellos hemos logrado hacerlos seres felices, independientes, responsables. En la medida de nuestras posibilidades, buenos hijos.
Que no nos reclame la vida ni nuestra propia conciencia, demos a nuestros hijos la mejor forma de ser libres con la gran responsabilidad que ello implica.
Que no nos reclame la vida ni nuestra propia conciencia, demos a nuestros hijos la mejor forma de ser libres con la gran responsabilidad que ello implica.
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