domingo, 14 de abril de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EL NECESARIO ARTE DE ESCUCHAR
En la semana que termina ocurrió un fenómeno que habremos de recordar por muchos años. En esta ciudad fronteriza, Piedras Negras, pudimos observar un eclipse total de sol. Aun cuando académicos y ciertos comunicadores a nivel nacional no incluyeron esta hermosa frontera dentro de la franja del eclipse, desde mi pequeña palestra les replico que se observó y de la mejor manera.

Iniciando a temprana hora recorrí la ciudad en busca del punto que más atendiera a mi interés particular: reunir material para la elaboración de una crónica urbana. Tres plazas públicas, el Paseo del río y el Instituto Tecnológico Regional ofrecieron todas las facilidades para que observadores profesionales y espontáneos tuviéramos la posibilidad de seguir el fenómeno de manera segura y divertida. Luego de recorrer la ciudad opté por el punto más céntrico, la Gran Plaza aledaña al Puente Internacional número 1 y al asta bandera monumental cuya bandera, por cierto, la más grande de toda Latinoamérica, según datos oficiales, ondeaba vigorosa, acompasando la visita de propios y extraños.

Suelo ser solitaria en mis disquisiciones, me gusta hacerme preguntas en la mente y luego buscar responderlas. Me inquietaba que durante mi investigación esa mañana de lunes en ese sitio específico, me encontrara amigos o conocidos que interrumpieran el proyecto de entrevista y observación que había incubado. Las dos primeras horas de circular visitando todos los espacios arquitectónicos que la propia plancha tiene, pude estudiar a los paseantes, calcular a quién abordar y cómo hacerlo. Fue un ejercicio muy divertido de cuestionamiento y atenta escucha, que me proveyó de mucha información para la crónica que ahora preparo. Aprovisionada de una pequeña libreta, pluma y mi teléfono celular fui recogiendo datos, anécdotas, reacciones, exclamaciones, lo que convirtió el fenómeno natural en algo aún más vívido que una simple descripción meteorológica.

Por la tarde, ya en casa, en la preciosa tarea de comenzar a armar lo vivido, fui destacando impresiones de esa mañana que fue única para mí, como para muchos más. Es el tercer eclipse total de sol que me ha tocado seguir en tiempo real, pero en verdad el primero que presencié directamente en un espacio abierto, dejando que fluyera a través de los sentidos el ambiente maravilloso que se fue desplegando en torno a mí. Una apreciación más, que quiero destacar en este espacio: descubrí de manera más que evidente la enorme necesidad que todos tenemos de ser escuchados.

Además del eclipse, los mexicanos de hoy hemos vivido una pandemia que generó grandes pérdidas, de vidas humanas, de capacidades; mermas económicas y académicas que demandan programas inteligentes y realistas para ser superadas. Éramos unos antes del enclaustramiento que la enfermedad provocó en el 2020, y otros los que fuimos asomando, aún pasmados, al término de la fase de mayor contingencia. Una vez que nos atrevimos a retomar actividades interrumpidas por largo tiempo, hoy valoramos como nunca el goce de estar con vida. Pero, en buena medida, hemos olvidado cómo comunicarnos en forma directa.

Ahora, que contamos con las condiciones de salir a la calle y disfrutar un eclipse, con ello celebrando lo que somos y tenemos, mis exploraciones me llevaron a percibir de qué modo todos nos encontramos ansiosos de ser escuchados. Entablamos una conversación con propios y extraños como un puente para expresar lo que llevamos dentro. Lo aprecio de forma mucho más acentuada que en otros tiempos. Una de las conclusiones tempranas de la crónica que estoy trabajando, es descubrir que esta urgente necesidad de ser escuchados tiene una cura muy simple: atrevernos a emprender una escucha activa, directa, de frente, sin que nos asalten distracciones como lo es la costumbre de estar revisando la pantalla del celular cada dos minutos.

Amigos de México y del mundo: En Piedras Negras sí hubo eclipse total. Duró cuatro segundos en su punto máximo y nos regaló a los habitantes de ambas fronteras una fiesta familiar que habremos de recordar mientras vivamos. Las instituciones gubernamentales se encargaron de proveer lo necesario: Rondines de seguridad alrededor de la plaza; módulos de atención ciudadana y médica, de hidratación; surtido de lentes certificados gratuitos; altavoz con recomendaciones y conteo regresivo hasta el clímax, momento cuando el mediodía fue invadido por una oscuridad invernal, de un azul profundo y vacío. Hubo pantalla con transmisión en vivo desde la NASA. y un centenar de sillas en un extremo de la plaza y en el Paseo del río.

Aprendí mucho, gocé más, y por hoy me quedo convencida de que el ejercicio de una atenta escucha es tarea muy urgente a desarrollar, para bien de todos.

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