domingo, 5 de enero de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 NEGACIÓN: PERVERSO MECANISMO

Los seres humanos somos imperfectos.  Pensamos, hablamos y actuamos, conforme a nuestra imaginación y las expectativas que ponemos en cada situación. En muchas ocasiones nos hallamos frente a hechos que resultan contrarios a lo que esperamos y surgen mecanismos de defensa, uno de ellos es la negación.  A través de este mecanismo inconsciente nos bloqueamos para no percibir una realidad que duele o es contraria a nuestros deseos. No es que nos neguemos conscientemente a verla, simplemente modificamos nuestro modo de ver las cosas.

La negación es un mecanismo frecuente en nuestra conducta.  Uno de esos casos ocurre en la persona adicta que subestima su problema médico alegando que es capaz de dejar la sustancia adictiva en el momento en que lo desee.  Por esta terrible negación se han destruido matrimonios, familias, amistades, sociedades y patrimonios.  La persona adicta cae estrepitosamente hasta tocar fondo, y en ocasiones es hasta entonces cuando resulta capaz de modificar su percepción de las cosas y comienza a entender.   En los casos de familias donde hay una persona adicta, muchas veces la misma familia entra en el mecanismo de negación asegurando que ellos no tienen ningún problema, que es solo el adicto, y que, como este último se niega a recibir atención, no hay nada qué hacer.  La verdad es que la adicción de una persona afecta a todo su círculo cercano, y lo más sano es que este consiga apoyo profesional para resarcir el daño recibido y descubrir herramientas para manejar al enfermo. En muchas de las ocasiones es por este camino como la persona adicta termina por reconocer su problema e iniciar un proceso de rehabilitación.

Errar es humano. Frente al error podemos reconocerlo y enmendar la plana, esto es, volver a intentarlo.  En otros casos nos aferramos a nuestras intenciones y negamos que el resultado haya sido contrario, aun cuando así lo señalen las evidencias.  Tal cosa sucede dentro de nosotros mismos, cuando nos proponemos llevar a cabo un cambio urgente en nuestras vidas y no lo cumplimos.  Se presenta también en las relaciones interpersonales, cuando nuestra actitud daña al otro, pero minimizamos el problema.  O llega a surgir en los grandes proyectos de una empresa o de un gobierno.  La negación se instala en un afán de evitar percibir la sensación de fracaso de algo que, simplemente, no funcionó.  Proviene de un mecanismo profundo generado por la propia mente, para ignorar las evidencias que apuntan a que las cosas hayan salido mal, lo que genera angustia.

Ahora bien, un asunto es el error y otra el fracaso. A partir de un error corregimos; a partir de un fracaso suele surgir una sensación de impotencia y culpa que amenaza la propia estima.  De un fracaso no se sale tan bien librado de inmediato.

Durante la infancia la frontera entre imaginación y realidad es borrosa.  El pequeño no alcanza en ocasiones a distinguir una de otra y nos sorprende convencido de que tiene un amigo imaginario o que su mascota le habla.  No podemos reprenderlo por ello, ya que es parte de sus mecanismos de desarrollo emocional.  Conforme crece y va tomando conciencia de los límites entre la propia persona y el mundo exterior, mecanismos como la negación dejarán de existir en su vida, puesto que estará en capacidad de confrontar la realidad, aun cuando esta no sea tan favorable como esperaría que fuera.  Si la negación persiste entonces, sí estaremos ante un problema que habrá que atender.

En esos casos es necesario revisar por qué la realidad como tal es rechazada, o qué parte de la realidad se percibe amenazadora, de forma de protegerse contra ella.  En uno u otro caso la negación frena el avance frente a un desafío, lo que finalmente genera estancamiento personal.  Volviendo al caso del enfermo adicto, en la medida en que no termine por aceptar que su condición es real y que requiere atención, el problema no hará sino empeorar.

En cuestión de instituciones la negación es un perverso mecanismo: Lo vemos a través de la historia, con las iglesias, las escuelas o los gobiernos, cuyas conductas irregularidades se niegan, de modo que el problema no hace otra cosa que complejizarse y agravarse con el tiempo.  Cuando quien detenta la autoridad niega que pueda haber irregularidades en su cuerpo de gobierno o en las decisiones que se toman, estamos muy lejos de poder resolverlas.  Hay que decirlo, existen situaciones que se han generado de mucho tiempo atrás y no es fácil resolverlas.  Pero, mientras no aceptemos que hay un problema y busquemos el cabo suelto para tratar de desenmarañarlo, no estamos actuando como para comenzar a resolverlo.

Mucho que revisar dentro de nuestra persona, en nuestra actuación con otros, en las relaciones de mando, si queremos un mejor país.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario