NEGACIÓN: PERVERSO MECANISMO
Los seres humanos somos imperfectos. Pensamos, hablamos y actuamos, conforme a
nuestra imaginación y las expectativas que ponemos en cada situación. En muchas
ocasiones nos hallamos frente a hechos que resultan contrarios a lo que
esperamos y surgen mecanismos de defensa, uno de ellos es la negación. A través de este mecanismo inconsciente nos
bloqueamos para no percibir una realidad que duele o es contraria a nuestros
deseos. No es que nos neguemos conscientemente a verla, simplemente modificamos
nuestro modo de ver las cosas.
La negación es un mecanismo frecuente en nuestra
conducta. Uno de esos casos ocurre en la
persona adicta que subestima su problema médico alegando que es capaz de dejar
la sustancia adictiva en el momento en que lo desee. Por esta terrible negación se han destruido
matrimonios, familias, amistades, sociedades y patrimonios. La persona adicta cae estrepitosamente hasta
tocar fondo, y en ocasiones es hasta entonces cuando resulta capaz de modificar
su percepción de las cosas y comienza a entender. En los casos de familias donde hay una
persona adicta, muchas veces la misma familia entra en el mecanismo de negación
asegurando que ellos no tienen ningún problema, que es solo el adicto, y que,
como este último se niega a recibir atención, no hay nada qué hacer. La verdad es que la adicción de una persona
afecta a todo su círculo cercano, y lo más sano es que este consiga apoyo
profesional para resarcir el daño recibido y descubrir herramientas para
manejar al enfermo. En muchas de las ocasiones es por este camino como la
persona adicta termina por reconocer su problema e iniciar un proceso de
rehabilitación.
Errar es humano. Frente al error podemos reconocerlo y
enmendar la plana, esto es, volver a intentarlo. En otros casos nos aferramos a nuestras
intenciones y negamos que el resultado haya sido contrario, aun cuando así lo
señalen las evidencias. Tal cosa sucede
dentro de nosotros mismos, cuando nos proponemos llevar a cabo un cambio
urgente en nuestras vidas y no lo cumplimos.
Se presenta también en las relaciones interpersonales, cuando nuestra
actitud daña al otro, pero minimizamos el problema. O llega a surgir en los grandes proyectos de
una empresa o de un gobierno. La
negación se instala en un afán de evitar percibir la sensación de fracaso de
algo que, simplemente, no funcionó.
Proviene de un mecanismo profundo generado por la propia mente, para
ignorar las evidencias que apuntan a que las cosas hayan salido mal, lo que
genera angustia.
Ahora bien, un asunto es el error y otra el fracaso. A
partir de un error corregimos; a partir de un fracaso suele surgir una
sensación de impotencia y culpa que amenaza la propia estima. De un fracaso no se sale tan bien librado de
inmediato.
Durante la infancia la frontera entre imaginación y realidad
es borrosa. El pequeño no alcanza en
ocasiones a distinguir una de otra y nos sorprende convencido de que tiene un
amigo imaginario o que su mascota le habla.
No podemos reprenderlo por ello, ya que es parte de sus mecanismos de
desarrollo emocional. Conforme crece y
va tomando conciencia de los límites entre la propia persona y el mundo
exterior, mecanismos como la negación dejarán de existir en su vida, puesto que
estará en capacidad de confrontar la realidad, aun cuando esta no sea tan
favorable como esperaría que fuera. Si
la negación persiste entonces, sí estaremos ante un problema que habrá que
atender.
En esos casos es necesario revisar por qué la realidad como
tal es rechazada, o qué parte de la realidad se percibe amenazadora, de forma de
protegerse contra ella. En uno u otro
caso la negación frena el avance frente a un desafío, lo que finalmente genera
estancamiento personal. Volviendo al
caso del enfermo adicto, en la medida en que no termine por aceptar que su
condición es real y que requiere atención, el problema no hará sino empeorar.
En cuestión de instituciones la negación es un perverso
mecanismo: Lo vemos a través de la historia, con las iglesias, las escuelas o
los gobiernos, cuyas conductas irregularidades se niegan, de modo que el
problema no hace otra cosa que complejizarse y agravarse con el tiempo. Cuando quien detenta la autoridad niega que
pueda haber irregularidades en su cuerpo de gobierno o en las decisiones que se
toman, estamos muy lejos de poder resolverlas.
Hay que decirlo, existen situaciones que se han generado de mucho tiempo
atrás y no es fácil resolverlas. Pero,
mientras no aceptemos que hay un problema y busquemos el cabo suelto para
tratar de desenmarañarlo, no estamos actuando como para comenzar a resolverlo.
Mucho que revisar dentro de nuestra persona, en nuestra
actuación con otros, en las relaciones de mando, si queremos un mejor país.
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