HOJA DE RUTA
Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo: Octavio Paz
“Hoja de ruta”: De acuerdo con el sentido original que marca la RAE, es un documento en el que constan las instrucciones y los incidentes de un viaje o transporte de personas o mercancías, aunque, hay que señalarlo, hoy en día tiende a modificarse el sentido del término, para señalar un programa a desarrollar, con objetivos y plazos específicos. Remitiéndome al sentido original intitulé esta colaboración para hablar de algo muy concreto: El registro de un viaje con sus incidentes, lo que también podría denominarse “bitácora de viaje”. Por alguna razón caprichosa, me satisfizo más el primer término para desarrollar lo que pretendo decir.
A lo largo de la vida todos vamos sufriendo diversos contratiempos: Sean estos en nuestro desempeño, de salud o económicos. Eventos que marcan nuestra existencia como hierro candente; acontecimientos que transforman nuestro modo de vivir el día a día. Entre más tiempo se ha vivido es más probable que hayamos pasado algo que nos marcó, de lo que deseamos dejar constancia. Comunicarlo a otros es una forma de elaborar nuestro propio proceso de aceptación, nuestro duelo. Además, conlleva un propósito didáctico: deseamos mostrar a otros lo que nos ha sucedido, probablemente señalando por qué pensamos que nos ha sucedido, de manera de prevenir a otros para que no les suceda. En esta descripción podemos ser tan parcos o prolijos como cada uno elija. Podemos narrarlo a través de la palabra hablada o hacerlo en forma escrita.
En mi caso particular, he vivido un par de condiciones de salud que me han puesto al borde de la muerte. Por mi forma de ser me he inclinado a narrarlas por escrito, el primer caso mediante un relato autobiográfico en donde describí mi proceso de enfermedad, lo que fue ocurriendo en el tiempo, las reflexiones que me invadían en esos primeros días de incertidumbre; el desarrollo del problema de salud, su abordaje médico y su resolución. Todo narrado en primera persona y con una intención didáctica, para advertir a otros que pudieran pasar por algo similar, para que no afronten los primeros síntomas como yo lo hice, y así evitar la gravedad de problemas en los que yo me vi. Terminó siendo un libro que se publicó en el 2018. La segunda condición de gravedad me dio tela para trabajar de otra manera, mediante una serie de ensayos autobiográficos que presentan los estados de ánimo básicos por los que pasé, para subirlos al flujo de conciencia y así alcanzar a lectores en un rango más amplio, que hayan vivido o estén viviendo la angustia y la incertidumbre que yo viví, pero no necesariamente por un problema de salud igual al mío. Este segundo constituye un libro de ensayos que estoy terminando de trabajar.
Amigos muy queridos que han atravesado situaciones similares, como tantos otros escritores, han llevado al papel sus experiencias muy personales frente a una enfermedad. Los leo y los comprendo, puesto que yo ya lo viví. Ellos en sus expresiones no lo están haciendo para despertar en los lectores sentimientos de conmiseración o piedad. Mueve su pluma solamente el propósito de despejar el camino de guijarros que pudieran hacer tropezar a quienes vienen más atrás.
He insistido en colaboraciones anteriores que uno de los grandes males de nuestros tiempos es la falta de empatía. Solemos circunscribirnos a lo propio, y a partir de ahí pretendemos juzgar todo lo demás. Nos falta desarrollar ese sentido de “otredad” que nos lleve a tener la suficiente inteligencia emocional para entender que lo que los demás atraviesan, o manifiestan, o expresan, no es menos válido que lo nuestro propio. Que formamos parte de una sociedad donde hasta ahora está garantizada la libertad para vivir, expresarnos o actuar como nos parezca, siempre y cuando no violemos los derechos de otros. Y que, lejos de lanzarnos a señalar o a condenar lo que los demás hacen, bien haríamos en plantarnos frente al espejo y comenzar esa crítica por nosotros mismos.
Solamente quien ha atravesado una condición de salud en la que no sabe si vivirá o morirá; si sus capacidades sufrirán merma; si su patrimonio se perderá. Cada evento de esa naturaleza daña en lo emocional a quien lo padece, a sus familiares y amigos. El dolor puede llevar a enquistarnos en el propio sufrimiento, a enojarnos con todo y con todos, y perder. O podemos abrirnos a la vida, entender que son cosas que pueden suceder a cualquiera, y que, si suceden, representan un buen momento para preguntarnos qué lección se obtiene de ello. Salir de nuestra coraza movidos por la generosidad de alertar a los demás.
Hoja de ruta que se comparte: Un corazón dispuesto a avanzar por el camino del amor.
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