Texto elaborado por Fransiles Gallardo para la presentación del libro:
"La Ingeniería, el éxito de las Fallas", de Héctor Gallegos Vargas.
La inesperada e inmerecida invitación del ingeniero Héctor Gallegos Vargas, ex Decano del Colegio de Ingenieros del Perú y una de las mentes más lúcidas de la Ingeniería Nacional; para verter algunas ideas relacionadas con su libro recientemente reeditado “La Ingeniería el Éxito de las Fallas” me ha permitido zambullirme dentro de su universo editorial y tratar de adentrarme en su pensamiento para develar, según mi parecer, el cristal con que mira a la profesión de Ingeniero, nuestro respetado maestro universitario.
En principio, este honor me ha retrotraído a mi época universitaria, etapa aquella en la cual para aprobar los cursos era sólo necesario lapicero y papel, regla de cálculo, calculadora o escalímetro; interminables noches de insomnio y litros de café “rogando que no amaneciera”para desarrollar y luego sustentar los enrevesados trabajos domiciliarios de las materias más trancas de la carrera, como: Hidráulica, Análisis Estructural o Ingeniería Sísmica o las complicadas tareas de Caminos o Topografía “mandraqueando” contra los grados para cerrar las poligonales y los minutos para llegar a la facultad.
Desde ese día de la invitación estoy nervioso; con el libro para todo sitio, leyéndolo en el bus, releyéndolo en el café, comentándolo con los amigos, subrayando las citas más importantes, doblando las puntas, paseándolo bajo el brazo; recordando “a los sobacos ilustrados de la nuestra universidad”.
A decir verdad, aún estoy nervioso; como la lluviosa tarde aquella en que sustentara mi tesis para graduarme como Ingeniero Civil en la Universidad de Cajamarca.
Y aún sigo nervioso.
Desde su concepto, Falla tiene un sabor agrio.
El término Falla proviene del latín fallere y La Real Academia de la Lengua Española la define como “un defecto material de una cosa que merma su resistencia”.
Una minúscula y a veces impredecible falla; puede ser el inicio de un estrepitoso fracaso de dimensiones incalculables y a quien resulte autor, de un momento a otro pueden volverlo famoso; pero para mal, y por mucho tiempo.
Indudablemente, las consecuencias de una falla no son iguales ni tienen las mismas connotaciones, en las profesiones, lugares y profesionales.
En algunas circunstancias no pasan de un simple defecto, un corregible error o una sacrificada víctima “en aras de la ciencia” como precio por la investigación y los experimentos.
Para nosotros los ingenieros, una no prevenida falla; puede originar un desastre nacional con lamentables pérdidas humanas, económicas y de infraestructura con portada en noticieros, periódicos y revistas por mucho tiempo y con lamentable recordación.
He ahí su gravedad. He ahí la responsabilidad. He ahí el manejo ético que todo ingeniero debe tener y mantener como acto y principio de vida.
El ingeniero Gallegos nos recuerda, que en el tema de las Fallas la honestidad y el manejo ético del problema, es determinante.
“La aceptación de esa falla, su análisis y la enseñanza que genere a posteriori, medido a través de la inteligencia, la humildad y la autocrítica severa y honesta; pueden originar en la persona, en el profesional competente y en la sociedad que lo rodea grandes esperanzas, realizables sueños, mejores logros, grandes enseñanzas y en consecuencia, mejores experiencias personales, profesionales y humanas”; señala el maestro.
En mi pueblo cuando muchachos, ayudábamos a nuestros mayores en los trabajos del campo; nos decían “malogra y aprende; pero que no te prendan” y ya mayores “se sufre pero se aprende” que no es sino, “si fallaste, sufrirás y del sufrimiento experiencia tendrás”.
Indudablemente, la experiencia no es patrimonio único de la edad, las canas o de las arrugas; de los que mucho miraron y no vieron o de los caminantes sin camino; tampoco de quienes nunca se equivocaron; pues probablemente nunca hicieron nada.
La experiencia es la acumulación de detalles en la solución de los retos y la sumatoria de fragmentos de trabajo sostenido en el tiempo.
Un hombre de experiencia, es quien desafía lo pre establecido, de quien tiene la suficiente osadía, intrepidez y valentía para correr los riesgos suficientes y necesarios para que su empresa arribe a buen puerto y con el viento a su favor.
Pero el fracaso existe. Es la otra cara de moneda. Siempre acecha, se inmiscuye en las decisiones dentro de las más de mil, que diariamente tomamos.
¿Se puede hablar de la ética del fracaso?. ¿Qué de ético puede haber en un fracaso?, me pregunto, se preguntan, me preguntan.
El Ingeniero Gallegos hurga en los valores humanos, para decirnos con total franqueza donde está lo ético de un fracaso:
“Si uno sabe de su error, debe reconocerlo. Confesarse culpable. Ayudar a resolverlo. Asumir las responsabilidades. Luego, precisarlo, examinarlo, evaluar correcciones y registrarlo. Se trata de no repetirlo. Después, lo más difícil, hacer conocer en detalle toda la información a la integridad de la comunidad de ingenieros. Este constituye un aporte educativo crucial que enriquece a la profesión y la dignifica ante la sociedad”.
Hoy se reconocen tres profesiones cultas, escribe también el maestro Gallegos, el Derecho, la Medicina y la Teología.
La Ingeniería fue retirada a finales del siglo XIX. Ahora se la considera, más una técnica que una profesión y un arte.
Increíble; pero cierto.
¿Que porción de este detrimento nos toca a nosotros los ingenieros?.
Autocríticamente, algo va para nuestras valijas; puesto que poco abonamos para hacer culta nuestra profesión; pero también deviene de los contenidos curriculares de las facultades formadoras de los ingenieros, en el mundo entero.
Pregunto a un Ingeniero que es una obra; para su syllabys universitario y su cuadriculación intelectual, una obra está compuesta solo por fierros, cementos, vidrios, fibras y asfaltos.
Deberíamos recordarle que una obra es también arte. Los ingenieros por definición somos artesanos. El arte es Belleza y la ingeniería es bella y los ingenieros somos y deberíamos ser artistas.
¿El arte es irreconciliable con la ingeniería o la ingeniería es indiferente al arte?. No. Se complementan.
El gran Alfred Joseph Hitchcock, el maestro universal del suspenso de la cinematografía de todos los tiempos, fue ingeniero especialista en cables eléctricos sub marinos y en la impactante cinta “Recuerda” trabaja con el extravagante pintor español Salvador Dalí.
Un libro es también una obra. Un libro peregniza la creación humana, apuntala y sostiene la cultura de una sociedad, la transmite, la intercambia y la interlaza con otras culturas, fortaleciéndola con otros pensamientos del mundo.
Fiódor Mijáilovich Dostoyevski el genial autor de “Los hermanos Karamasov” y “Crimen y Castigo” fue Ingeniero de Campo de la Dirección General de Ingenieros de San Petersburgo, en el área de topografía con el grado militar de subteniente.
El francés Alain Robbe - Grillet, iniciador del movimiento literario “Nouveau Roman” o nueva Novela de los años setenta, fue Ingeniero Agrónomo.
El ingeniero químico peruano Jesús Cabel ganó el Premio Poeta Joven del Perú 1975.
Los ingenieros que practicamos actividades conexas o paralelas a la profesión, como el arte y ganamos premios en poesía, escultura o pintura; somos mirados como quienes se han escapado del redil y le restamos seriedad a la profesión.
Talvez inconcientemente tratamos de retornar a los orígenes mismos de la ingeniería.
Pero no es sólo tema de los ingenieros que crean, escriben, calculan, resuelven, filosofan; es también problema de las instituciones que forman y promocionan a las ingenierías.
Entre un texto de ingeniería y uno de arte o literatura; siempre va a publicarse un texto de ingeniería; puesto que “motiva y estimula a la formación profesional del ingeniero” y no está mal.
¿El arte y la literatura desincentivan a la profesión?.
Una anécdota personal.
En el Primer Concurso Mundial de Poesía 2009, que ganó mi gran amigo y poeta el ingeniero peruano Bethoven Medina, de entre 230 participantes y 14 países obtuve Mención Honrosa y solicité al Colegio Departamental de Lima del Colegio de Ingenieros del Perú, su publicación.
La Comisión Evaluadora no cuestionó la calidad de mi trabajo poético ni el premio obtenido; tampoco que el prólogo fuera escrito por el Presidente de la Unión Hispanoamericana de Poetas, Carlos Garrido Chalén, y el colofón por el Premio Nóbel de la Paz, el argentino-israelí Dr. Ernesto Kahan.
Simplemente me dijeron que no podían publicarlo; porque este humilde y modesto ingeniero, era de Cajamarca.
Hasta ahora sigo perplejo, como Condorito, buscando una explicación.
Y, recientemente, solicité un ambiente para presentar mi novela “Aguas Arriba” la secretaria del Capítulo de Ingenieros Civiles, me dijo que no había presupuesto. ¿Presupuesto para qué?; aún me sigo preguntando.
Entre café y café le pregunto a mi amigo el ingeniero Marwin Burgos Vargas; cuales eran las empresas más grandes y poderosas de nuestro país.
Ustedes las conocen: El Ministerio de Educación con 350 mil potenciales empresarios y las más de 60 Universidades públicas y privadas con las más de 30 facultades de ingeniería y 80 mil potenciales propulsores.
Entonces ¿cuál es el problema?.
La irracionable e incontrolable polución de universidades y facultades; creadas por afanes económicos, presiones políticas y apetitos mercantilistas.
Lamentablemente, la educación en nuestro país es visto, sólo como un buen negocio: nula inversión, alta rentabilidad.
A nivel académico ¿Que estamos haciendo para repotenciar a nuestra profesión?.
Héctor Gallegos plantea la formación holística del ingeniero para devolverle su primigenia visión del ingeniero total.
¿Qué es el ingeniero holístico?.
Es aquel que es capaz de analizar los eventos desde las múltiples interacciones que le caracterizan.
Significa formar un profesional completo, que se comporte de modo distinto, a la suma de sus capacidades formativas.
Las Escuelas de Negocios del Mundo están impulsando la formación del Ejecutivo Intelectual que crea, investiga, publica y enseña; los principios básicos del Ingeniero Intelectual, rumbo al Ingeniero holístico.
Durante mi formación académica, ninguno de mis profesores me explicó, que era ser ingeniero.
Tuve que aprenderlo en la práctica profesional: con unos planos bajo el brazo, delante de una construcción a iniciar y frente de un par de cuadrillas de curtidos obreros, con más de diez años de experiencia, más que yo.
Considero pertinente sugerir a los Decanos de las Facultades de Ingeniería de todas las Universidades del Perú; que el libro titulado “La Ingeniería” y escrito también por nuestro querido Ingeniero y maestro universitario Héctor Gallegos Vargas, sea de lectura obligada durante los dos primeros semestres académicos de formación profesional.
Esto permitirá que el estudiante, desde el primer día de clase se sensibilice, entienda y comprenda la complejidad formativa del ingeniero, la trascendencia ética de su desempeño, la responsabilidad como hombre ante su propia conciencia y ante la sociedad, como ingeniero.
Gracias Héctor, amigo y maestro por el inmerecido honor de comentar tu libro y haber captado el sentido ético, humano y filosófico que has pretendido impregnarle a Tus Fallas.
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