EL EXILIO DE LA
RAZÓN
¡Se acabó el papel de baño en el
comercio! Lo atribuyen a la pandemia por coronavirus.
El COVID-19 es de suyo, parte de
la historia del siglo veintiuno. Como en
su tiempo se inscribieron los nombres de Marco Polo, Gengis Khan; Napoleón o Manfred
Von Richtoffen, mejor conocido como el Barón Rojo, así ahora el COVID-19. Si
pudiéramos verlo con un microscopio electrónico de gran resolución, lo
hallaríamos agitando de gusto sus ácidos nucleicos para festejar este logro
histórico. En muy pocas semanas ha pasado a formar parte de la galería de los
super famosos.
Acudí a una tienda departamental
a surtir la nota. Entre otras cosas, buscaba un bote de gel antibacterial para
rellenar los botecitos que habitualmente cargo en mi bolsa de mano. Cuando
salgo con amigos, los comparto y con frecuencia los dejo olvidados en la mesa. Sucedió lo que me temí, no había un solo bote
de este producto en toda la tienda. Mientras
surtía el resto de mis compras, me sorprendió ver el largo pasillo donde se
vende el papel higiénico, totalmente vacío.
Ni un triste rollo huérfano de
tan noble y humilde producto había quedado, así como para salvar de la
acometida de un fatídico desconsuelo al último de los compradores.
Recurrí a Internet buscando
información de otras partes del mundo: El fenómeno era el mismo. Un especialista se refirió a esto con un término que me pareció iluminador. “Efecto rebaño”, que se explica de muchos
modos. Yo lo haré con un ejemplo de mi
imaginación: Digamos que estamos en crisis –como ahora—y de repente vemos a uno
o dos clientes comprando grandes cantidades de velas aromáticas. En redes
sociales, alguien dice que un doctor en
Kazajistán acaba de publicar acerca de la curación mediante velas aromáticas. No nos queda claro cómo sucede esto, pero sí
entendemos que hay que surtirnos de velas, antes de que venga el tumulto y se
las lleve todas. Ya luego investigaremos la causa: tal vez la flama de las velas desarticule las cadenas
de ácidos nucleicos del virus, o paralice su replicación, o queme las
microscópicas gotas de Flügge de cualquier estornudo y acabe con los
virus. A partir de lo que vemos, sin
recurrir al pensamiento lógico, actuamos desde la mercadotecnia: Si “todos”
están llevando velas, yo también lo haré, y ¡zas! En una mañana se vacían los
estantes de velas aromáticas de vainilla, maple, cereza, la Guadalupana, la
Santa Muerte y el Niño Fidencio. No queda una sola. Con seguridad algún experto esté ya adivinando que este efecto rebaño representa una
maravillosa ventana de oportunidad.
Esa sensación tan extraña de
vacío con que me vine de la tienda, y a
la cual no acababa de identificar, finalmente tomó nombre y apellido y pude
entenderla, y así hablar de ella. El
ser humano del siglo veintiuno se encuentra flotando en un universo consumista
que lo manipula. Una situación como la
pandemia del coronavirus es un excelente escenario para entenderlo.
-El ser humano actual se
considera informado. Recurre a las redes
sociales, googlea, y da por hecho que tiene
información de primera mano.
-Poco o nada repara en qué se
dice, quién lo dice, y desde dónde lo dice.
El mejor ejemplo está aquí, ante nuestros ojos. No sé cuál se suponga que sea la función del
papel higiénico frente al coronavirus.
Tal vez piensen utilizarlo como mascarilla (el rollo entero, sobre nariz
y boca, respirando a través del tubo como topos, o plegarlo para aplicarlo
sobre la nariz) … La utilización en las porciones anatómicas tradicionales no
viene al caso, puesto que la transmisión es respiratoria, no digestiva ni urinaria. Alguien dijo “hay que comprar papel”, corrió
a hacerlo, el otro lo vio y lo imitó, y detrás de él toda una comunidad, y otra
y otra, hasta que se agotó el producto en
las tiendas departamentales del mundo.
Henos aquí frente al espejo del
coronavirus, sintiéndonos los grandes informados, pero actuando conforme a lo
que otros determinaron que hiciéramos.
¡Vaya! ¿Y quiénes son esos otros? ¿Qué intereses económicos existen
detrás de sus publicaciones?
Éste es el mejor momento para
sentarnos con calma, respirar hondo, hacer una lista de medidas sensatas para protegernos unos a otros. Guardar las expresiones afectivas para
después, respetar el espacio vital de cada uno, evitar aglomeraciones. Lavarnos las manos, desinfectar superficies
que todos tocamos, como barras de carritos de supermercado, pasamanos y
demás. Aprender a toser y a estornudar
“como Batman”, colocando el codo sobre nariz y boca. No compartir utensilios personales que van a
la boca; no tocarse la cara. Pero, sobre
todo, aprovechar este resquicio de tiempo para analizar cómo las redes sociales
se han propuesto exiliar a la razón. Y lo más importante, saber si lo permitiremos.
Excelente artículo, la RAZÓN y la CALMA deben prevalecer!
ResponderBorrarEn situaciones como la que vivimos, es muy común que circulen medias verdades que fácilmente asumimos como reales. Como bien señalas, que prive la prudencia.
ResponderBorrarQuerida María del Carmen: tuve ésa sensación ayer que fuí a la tienda departamental por cloro en garrafón para utilizar en mi hospital en la clínica de lactancia, ya que hace mucho no se cuenta con él y prefiero comprarlo en envase grande para limpiar superficies. La tienda era un caosy los anaqueles de cloro y productos de limpieza completamente vacíos con las cajas de cartón que los contienen completamente rotos y desordenados. Fué una sensación de sorpresa y miedo viendo a la gente pelearse por los últimos productos y las enormes filas de persona llevando efectivamente mucho papel higiénico. Decidí buscar los otros productos por los que iba a la tienda y de momento veo un garrafón de cloro entre las mayonesas... Le revisé de su tapa y comprobé que tenía su sello. Lo metí al carrito junto con la mayonesa y terminé mis compras. La expresión de la gente era de miedo. Yo sentí lo mismo de verlos. Era como preparándose para la guerra. Salí rápidamente, percibiendo la sensación de la gente de robar lo que no tienes. Fué escalofriante
ResponderBorrarAsí es. Nos dejamos llevar por lo que ocurre alrededor, lo que finalmente genera mayor angustia. En algún lugar de la Unión Americana se registró una muerte violenta, dos clientes pugnando por un producto único en un anaquel. Un arma blanca finalmente acabó con la disputa...
ResponderBorrar