miércoles, 15 de septiembre de 2010

CONTRALUZ Septiembre 12, 2010

LA IMAGEN Y OTROS DEMONIOS

María del Carmen Maqueo Garza

Curioso, conforme avanzamos en edad, las memorias que por lógica van quedando cada vez más lejanas se vuelvan una suerte de espacios mágicos a donde recurrir por placer. Evoco mi primer contacto con la televisión; en casa de mis papás no había, por lo que mi madre me llevaba a casa de una tía materna los sábados por la tarde a ver dibujos animados. Recuerdo cómo me imantaba aquel diagrama de cuatro conos de puntas convergentes, acompañada de un zumbido que presagiaba el arranque de la señal a las cinco de la tarde. ¡Qué maravilla de percepción infantil, aquellos sesenta minutos eran mi cuota de "tele" para toda la semana! A las seis se apagaba, y volvería a encenderse para mi pequeña persona siete días después.

Traigo esto a colación por varias razones, ¡vaya! creo que entre más años cumplo más me doy cita por mero gusto con aquellos tiempos de imágenes "en blanco y negro". Agudo contraste con el estado que guarda el televisor en tiempos actuales, en primer término el aparato suele presidir gran parte de la vida familiar de sol a sol; nos acompaña en una, dos o tres de las comidas familiares; establece "la verdad" de las cosas; define gustos y norma criterios; rige en la mente y el corazón de los mexicanos. La presencia de programas que nada aportan al cerebro se dispara en los últimos tiempos con casos como "Cien mexicanos dijieron" (sic) cuyo título barbárico se incorpora a la cultura popular. ¡Vaya! y qué decir de los errores de dicción de boca de funcionarios de todos los niveles, que quedan evidenciados a través de las transmisiones televisivas. Nos alarma la violencia, pero guardamos tributo a programas que constituyen una apología de la misma, dotando además al asesinato de plena justificación de acuerdo a los guiones televisivos.

En lo particular, digamos estar transmitiendo la imagen de Felipe Calderón día con día sin falta, en absolutamente todos los canales de cobertura nacional, a toda hora, me parece fuera de lugar, y ni qué decir de lo que se gasta en lo que es, como el pan del padrenuestro, el montaje televisivo de cada día.

En fin, lo más grave de este tributo a la imagen no es nada más el estarnos recetando funcionarios públicos las veinticuatro horas del día. Constituye un grave riesgo para la salud, y un dañino impacto emocional el bombardeo que programas e infomerciales generan en el televidente, aquí les van algunos ejemplos:

Anuncian cremas, fajas, aparatos o pastillas para adelgazar: El comercial muestra dos imágenes, una antes y otra después de utilizar el producto, mismo que debe tener elevadas ventas, pues de otra manera no habría modo de sostener dichos comerciales en horas pico. Me parece una grosería para la inteligencia del televidente: La imagen de la izquierda, o sea de "antes" y la de la derecha, de "después" corresponden al mismo modelo humano, con la misma ropa. Si alguna diferencia hubiera entre ambas, es que en una está triste y en la otra sonríe, ¡lo demás es modificación de la imagen mediante manipulación digital!

Peor aún: Hay un producto de nombre francés a base de silimarina que se anuncia como cura para obesidad, diabetes, hígado graso, hepatitis, cirrosis y cáncer de hígado. La propia Cofepris determina mediante su oficio PFC 4/2010 contenido en su página de Internet:

"Para poder ser utilizada en humanos, se requiere el desarrollo de estudios clínicos en personas. Estos estudios deben tener base científica y se deben llevar a cabo por personal especializado, con el propósito de evitar daños colaterales, y establecer las dosis y el uso correcto de esta sustancia para fines de salud pública.

Dichos estudios no se han realizado, por lo que los productos que actualmente se venden no son seguros y pueden dañar la salud de los consumidores."

Ante esta clara recomendación, ¿A qué autoridad compete suspender su venta? ¿A la Secretaría de Salud? ¿A la misma Profeco? ¿A la PGR cuando finalmente ocurra una muerte relacionada con su consumo?...

Lamentable que el culto a la imagen nos atrape; que en ocasiones nos deprima al no empatar nuestra vida personal con los prototipos que se presentan; que nos lleve a albergar falsas esperanzas poniendo en riesgo nuestra salud, y nos condicione gastos fuertes e inútiles, cuando la economía doméstica no está para tales dispendios… Necesario hallar a qué autoridad hacer responsable por la venta de productos que no solamente no mejoran la salud, sino en ciertos casos la ponen en riesgo de muerte.

No obstante la solución final está en nuestras manos, mediante un pequeño adminículo de baterías, al que por ahí han bautizado como "control remoto".

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